sábado, 15 de octubre de 2011

Día 13: Taganga

Hemos sobado como dos horas y tenemos que ir hasta la escuela de buceo para pagar y hacer el papeleo. A las 08.30 quedamos en estar allí. Qué durezas. Estuve a puntico de quedarme en el sobre y que al submarinismo le diesen ventolera. Después de mucho sufrimiento, lo conseguimos hacer. Luego hemos vuelto al hostel para dormir unas horitas antes del check-out, que era a las 13.00. Recogemos el cuarto, empacamos las mochilas como podemos (cada vez cuesta más que todo entre en el jodido macuto), pagamos las dos noches y dejamos atrás nuestro acogedor hostal. Aunque hay que reseñar que las recepcionistas eran unas siesas. Parecían de todo menos colombianas. Ni una sonrisa. Gracias, amores.

Nos instalamos en la escuela y vamos directos a las dos playas que están como a diez minutos andando. Por el caminito, entre árboles, maleza, arbustos y rocas, nos cruzamos con unas lagartijas acojonantes. O, más bien, son lagartos pequeños, de muchos e intensos colores. A mí me dan un ascazo tremebundo. Mola verlos, claro; pero que no me roce un reptil de ésos... Fuasca total.

En Playa Grande hay restaurantes playeros (nunca mejor dicho), como cabañas gigantes, en donde se puede comer pescado bien fresco. Y un juguito de fruta. Qué bien entra. Pero a la playa le falta algo. Limpieza. Debería de estar más limpia. Y le sobra gente. Joder, hay momentos que parece Benidorm en agosto. Te podrías dar de bruces con la Esteban mientras se ajusta el pareo. Bueno, no, no hay tanta peña, pero esperábamos otra cosa.




Al volver, cuando pasamos más de cinco minutos en la habitación con baño que nos deja la escuela para los cuatro, nos damos cuenta del cambio que hemos dado. No nosotros, sino el alojamiento. Nos sale gratis, pero digamos que las condiciones no son para echar cohetes. Aunque sabíamos a lo que veníamos. Las colchas de  las camas pueden ser de la época de la Revolución industrial; el calor que hace dentro de la habita te invita a darte una ducha cada vez que entras en ella; en el baño hay unos agujeros en el techo por los que podría entrar la cabeza de un dragón; y hay unas cucarachas tan inmensas por todos los rincones que parecen perros. Perros grandes. Podrías ponerles una correa y darles un paseo por las calles de Madrid; la nueva moda: pasea tu cuqui en lugar de tu Bulldog francés.

En fin, que nos acostamos prontito, como a las 00.00, porque a las 08.30 tendremos nuestra primera clase teórica del curso de buceo. Con temor y asco de que las cucarachas XXXL trepen por las patas de la cama  y se suban a ella, como un mocoso se cuela en la cama de sus padres cuando tiene pesadillas.  Y con calor, mucho calor. Nos queda un día entero más en Taganga, pero ya tenemos muchísimas ganas de visitar Tayrona.















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