martes, 18 de octubre de 2011

Día 17: Taganga

Otros dos buceos más, los últimos, y de nuevo, geniales. En el último de todos, Anita y Leo salen algo doloridos de los oídos. Hay que tener cuidado y compensar todo el tiempo, porque el dolor puede llegar a ser insoportable. En una de las inmersiones, un monitor ni llego a bajar porque no podía desatascarse los oídos. Bueno, después de un rato se les pasa, así que todo OK, menos mal.

Después de comer nos vamos a Taganga. Antes jugamos unas partidas al Dominó con los ayudantes del capitán. A uno de ellos le llaman Gordo o King Kong. No os digo más. Igual tiene unos veinte años, y con sus manazas como guantes de baseball, tiene tanta fuerza que podría asfixiar a un hipopótamo sin despeinarse in un solo pelo de su bigotico. Vaya bicho. El caso es que entre él y su amigo, nos ganan como diez partidas seguidas a cero. Tienen más pilotado el jueguecito que cualquier abuelo de la madre patria.

Nos piramos al pueblo, pero esta vez lo hacemos vía terrestre: jamadica. Tenemos qie ir en barco de la Playa del Amor a la Playa del Mosquito (Ojos), y de allí hasta Taganga, que es como una hora más en carro. Obviamente el camino es más largo, pero lo chungo del tema es que pasamos por la Playa del Mosquito (Ojos) a la hora en que no hay que pasar: pasadas las cinco de la tarde. Es como para pegarse un tiro. Sólo estamos allí como media hora, ni eso, pero es sufrimiento es máximo. No paran los jodíos. Es un picar constante, martilleante, y por todos y cada uno de los milímetros de nuestros cuerpos calientes y jugosos.  Yo, personalmente, me pongo de una mala hostia severa. No entiendo qué coño hacemos ahí parados y justo a esa hora. Y yo que sí que no me cabe en la cabeza (y a los lugareños de Taganga tampoco) es cómo demonios vive una familia en un cabaña de ese playa durante todo el año. Increíble. Sé que el ser humano de adapta y acostumbra a casi todo, pero convivir diariamente con estos insectos durante toda tu vida no lo veo. ¡Nooo lo veo!

Después de hacer todos los ejercicios de manera perfecta, después de recibir un par de clases teóricas más, y después de aprobar el examen tipo test, ¡ya tenemos nuestro permiso NAUI de buceo! Guapi. Ha sido una experiencia muy interesante, muy divertida, que no es tan fácil como dar unos toques a un balón (ni mucho menos), y que nos servirá para disfrutar mucho más en el futuro. Estamos todos muy contentos porque ha salido todo perfecto, y porque ha habido muy buen rollo con todos los monitores, ayudantes y personal de la escuela. Hemos sido buenos estudiantes y ellos han sido buenos profes.

Mención especial para una chica que hemos conocido en la escuela: la chica más bonita de todo Colombia, sin duda alguna. Una auténtica crack. Piel canela, pelo castaño-rubio atado en dos largas coletas, unos vivísimos ojazos azules grisáceos, y una peazo de sonrisa inocente pero traviesa. Se llama Gabriela. Y tiene cuatro añitos. ¡Vaya jefa! Te podrías pegar tardes y tardes hablando con ella, de lo que sea, y estoy seguro de que nunca te aburrirías. Qué graciosa, qué cariñosa, y qué desparpajo tiene la mocosa. Va a ser una líder haga lo que haga de mayor. ¡Un besito, Gabriela!

Es nuestra última noche en Taganga, y también nos dejan sobarla en la escuela (¡Hola, cuquis, hemos vuelto!). Al final hemos estado una semanita por aquí. Mañana por la mañana nos vamos en bus a Cartagena. Hay ganas. Claro, siempre hay ganas de seguir conociendo lugares nuevos, ¡todos por descubrir! Y los que nos quedan...

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