domingo, 30 de octubre de 2011

Día 25: Capurganá


Hoy hemos hecho excursión a Sapzurro. Es un pueblito, todavía más pequeño que Capurganá, que está como a una hora larga de excursión a través de la jungla de Darién. Los lugareños y la gente normal en general deben de hacerlo en una hora, pero Piñaca y yo no. Por supuesto que no. Nos hemos confundido de camino a mitad de la jungla, y al final hemos llegado a Sapzurro como en dos horas y media. Vaya cracks. Como bueños mañicos que somos, hemos seguido subiendo y subiendo hasta que ya ni había camino ni había ná de ná. Qué locos. Y yo encima iba en chanclas, subiendo y bajando colinas en mitad de la jungla. Creo que hasta los del pueblo se ponen zapas para ir por esos caminos de la jungla, ay, la negra jungla.



La paliza ha merecido la pena: es justo salir de la jungla y encontrarte en una pequeña playita donde no había nadie. El pueblo a la izquierda, y el mar y la playa todo para nosotros. Una pasada. La calma es absoluta, porque no se escucha nada que no sea la naturaleza. No hay coches, no hay motos, no hay ni música en los pocos establecimientos de este pueblo del Caribe. ¡No hay coches! Me parece acojonante. De vez en cuando se escucha de lejos el motor de las pequeñas barquitas que utilizan los lugareños para llevar a los gringos, o para irse a pescar. Y nada más. El sonido de muchas aves, y el sonido del mar. Que nunca te puedes cansar de escuchar.

Nos comemos un Pargo rojo entre los dos, que lo han debido de pescar los niños del muelle dos horas antes. Está delicioso. Nos lo preparan una mujer y lo que parece ser su hija. Nos dicen que nos demos un paseo y que lo tienen todo hecho como en media hora. Al final sería seguramente una hora entera. Pero es que es como si te lo hiciera tu madre en la cocina de tu casa. A su marchica, y con la calma.
 

Nos cuentan que estamos en temporada baja (ya lo sabíamos), y parece ser que es mejor que en temporada alta. Hay menos farra, está claro, pero tienes las playas desiertas para ti, el mar está más claro y transparente en esta época del año, y encima los precios para dormir, comer y beber son más bajos. Estar en estas maravillosas playas Javi y yo solos no se paga con dinero. Hay momentos en que no te lo crees. Pero, por supuesto, echamos mucho de menos a la otra mitad del equipo. Nos da rabia que Anita y Leo no hayan podido ver esto, porque, sin duda alguna, este lugar es lo mejor de Colombia hasta el momento.

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