domingo, 30 de octubre de 2011

Día 26: Capurganá

  

La excursión de hoy ha consistido en ir hasta el Cielo, una catarata y unas pozas que también se encuentran en la jungla que rodea al pueblo. Aunque esto no hable nada bien de nosotros, hay que ser sinceros y decir que nos hemos vuelto a perder en nuestra ya amiga la jungla. Vaya par.


El paseo, entre ida y vuelta, es como de hora y media. Pues nosotros nos hemos pegado como cuatro horas danzando por la selva. Alucinas. Somos unos parras, y nos ponemos a caminar como si estuviéramos en el parque grande de Zaragoza, y no. Va a ser que no. Yo ha habido un momento en que no seguía. Sudaba del tema. Estaba de la selva hasta las pelotas (y es que iba otra vez en chanclas... Lo que sea menos ponerme calcetines). Al final hemos vuelto y menos mal, porque nos habíamos pasado el desvío a el sendero del Cielo como dos horas antes. Confieso que el desvío estaba bien señalizado por un cartel de un metro y Javi y yo ni lo habíamos visto. Presiento que hemos estado más horas en la jungla estos dos días, que todos los guiris que han ido este año a Capurganá juntos. Cuando hemos llegado a la pequeña catarata y nos hemos dado el baño en la poza, no nos lo creíamos. Claro, después de semejante paliza, el bañito te sabe a gloria bendita.


Aquí ni salimos de fiestuki ni nada. Y eso que es finde y que estamos saliendo de farra bastante poquito. Pero es que ni hace falta. Y tampoco es que haya mucha opción. Hay un garito, justo encima del mar, en la playa, que pone salsa todo el día y la noche con un volumen atronador; pero no hay nunca ni un alma bailando en su terraza. El dueño lo intenta, de eso no hay duda, pero creo que aquí no hay marcha hasta que vienen todos los gringos en diciembre y enero. Y, sinceramente, estamos tan, tan, tan a gustito, que no necesitamos ni rumbear. Y esto, para mí, es muuuuucho decir. Palabras mayores. Pero es que este lugar lo vale.

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