lunes, 21 de noviembre de 2011

Días 42 y 43: Baños

Es pelín complicado retomar el blog después de tantos día sin tocarlo, y eso que voy tomando notas en el bonito cuaderno que me regaló antes de nuestra partida mi amigo, el gran KikiBoy.

Lo dejamos en Quito, y debo decir que, seguramente, haya sido el sitio en que menos a gusto hemos estado hasta ahora. O en el que peor nos han salido las cosas, por mala suerte, también puede ser. Pero la ciudad, se mire por donde se mire, encanto creo que no es lo que desprende. Es fría, es insegura, y, hasta cierto punto, me parece fea. Eso sí, la fiesta que nos pegamos el lunes, día 41 de nuestro viaje, fue de quitarse el bombín. Y era lunes... Nos dijeron que el ambiente festivo iba in crescendo desde el lunes hasta el finde, que es el clímax. Así que podemos dar gracias de que fuese el primer día de la semana, porque si no igual seguimos de farra por ahí. Se montó una buena en el hostel, con mucho billar, mucho ron y cerveza, y mucho aguardiente (al final le hemos pillado cariño y todo a esta bebida del demonio); y como siempre, los españoles nos erigimos en los abanderados del asunto. Luego dicen que hay muchos topicazos, pero peña de todo el mundo alucina con lo que nos gusta estar de fiesta. "Estar de fiesta", esta expresión que tanto utilizamos en España, que tantos y tan diferentes y subjetivos ambientes y situaciones puede abarcar, pero que a todos y a cada uno nos encanta.

Dejamos el martes, después de comer, la capital de Ecuador. Nos dirigimos hacia el sur, a Baños. El lugar, por lo que nos contaban, podía ser muy del estilo de San Gil: pueblo en plena naturaleza donde se pueden practicar diversas actividades al aire libre (extremas y tranquis). Y sí, era como pintaba.

El martes viajamos, nos instalamos en el hostel, hicimos comprita, cenamos, y poco más. Pero el miércoles ya estábamos arriba como a las ocho de la mañana, listos para dar guerra: el rollico era un descenso en bicicleta, y luego un rafting molón. ¡Y qué bueno! Fueron unos dieciocho kilómetros en bici (bajando o en plano) en carretera, parándonos como dos veces en dos cataratas para hacer las fotos guiris pertinentes. En la segunda catarata casi me cago. Nos metieron a los cuatro en una especie de invento, mitad tirolina gigante, mitad "Huevo" de Formigal. De lado a lado de un cañón altísimo, y nos dejaban ahí colgados, en mitad del cable, encima del río, a no sé qué jodida altura para hacer unas fotos. Bastantes fotos. Yo no fui capaz ni de sacar la cámara del bolsillo del cague que llevaba. Y Leo estaba igual. Sus muelas, qué vértigo. Menos mal que no hacía ni una mínima brisa de aire porque igual me da allí arriba un jare del horror. También hay que reseñar que el pavo que manejaba el invento este, daba menos seguridad que un chimpancé ciego y manco. Vaya colega, parecía Disco Stu (el de los Simpson) en versión hippie. Menudo colgao.

Después del recorrido en bici, que nos supo a poco (claro, todo cuesta abajo mola. Deporte pa españoles), tocaba el rafting. ¡Y qué ganicas teníamos! Volvemos a confirmar: este deporte es guapi de la muerte. ¡Cojonudo! Nos marcamos un nivel IV, con algún tramo de V. Fuck yeah! Divertidísimo de nuevo, y esta vez sí que nos metimos cañita de la buena. Hubo alguna ola que otra muy serias, y la verdad es que había que aplicarse con la movida. De hecho, el amigo Leoncio se pegó un susto de los buenos. ¡Se cayó al río y todo! Nos quedamos atrapados en un remolino, no salíamos ni pa un sitio ni pal otro, y, de repente, hasta luego Pedonidas. ¡Vaya gepeto se le quedó al loco! Cayó debajo del bote, no pudo salir a la superficie al primer segundo, y claro, se cagó por unos instantes. No pasó a mayores, menos mal, y a los dos minutos le recogimos un poco más delante, pegado a la orilla derecha del río Pastaza. La verdad es que fue un momentazo, pero no estoy seguro de que Leo esté totalmente de acuerdo... De todas maneras, todos queremos seguir dándole a esto, y cuanto más difícil mejor... Creo que hasta que yo no me dé un buen susto con esto, no voy a ver el peligro que de verdad entraña; y es que, en algunos ríos, practicando este deporte, hay siempre un número fijo de muertes al año. ¡No se asusten! Pero claro, es rafting, no es como irte a las barquitas del Retiro un domingo de primavera por la tarde.

No hicimos mucho más en Baños. Éstos sí que se fueron un día a unas piscinas termales que hay a las afueras del pueblo, muy populares de hecho, pero a mí no me apetecía y pasé. Por lo visto era un poco bufete y Leo y Javi ni se metieron; Anita sí que estuvo un par de horas relajándose allí. Y el miércoles por la noche, los boys nos fuimos a dar un garbeo por la noche, ya que nos dijeron que había ambiente casi todos los días. Bah, poca cosa. Algún grupo de gringos y poquito más.  Ingerimos unas birrens, jugamos unos billares (hay partidas, bueno, más bien golpes, en los que parecemos unos cracks, pero en la gran mayoría de partidas que jugamos nos cuesta meter una bola horrores. Vaya paquetes) y ya no había ni un alma en ningún sitio, la verdad es que ya era tardecillo.

El jueves por la noche pillamos otro bus dirección sur. El objetivo es meternos en un tren el viernes por la mañana, a primera hora, hacia la Nariz del Diablo. Suena a peli, ¡¿eh?!

  

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