martes, 27 de noviembre de 2012

Días 210-227: Bangkok I

Lo primero que piensas al aterrizar es que no te encuentras en el sudeste asiático, en un lugar del llamado tercer mundo: el aeropuerto está realmente bien y sorprenden sus modernas prestaciones. Lo segundo que pasa por tu mente, acto seguido de salir del mismo, es: "Este lugar no es para mí". ¿Por qué? Porque la humedad es asfixiante, indescriptible, casi insoportable. La bofetada caliente y húmeda que recibe todo tu cuerpo es muy, muy intensa. Al principio no te lo crees. Piensas que estás debajo de alguna salida de aire caliente del aeropuerto (y de hecho miras arriba y hacia todos los lados buscando ese extractor gigante del infierno), pero no, no encuentras nada. Es de noche y hace una calda de cojones. Estamos en Bangkok y es mayo. Y punto. Toca sudar.

La capital de Tailandia (y centro neurálgico de todo el sudeste de Asia), a su manera, también tiene la capacidad de combinar pasado y futuro, como hace Tokio. Hay zonas de la ciudad con construcciones viejas, de viviendas de pequeña altura y callejones de otra época, pero hay otros barrios donde abundan los altos y modernos edificios, los gigantescos centros comerciales, las boutiques de moda de primeras marcas y los hotelacos de lujo para gente bien. Sí, de nuevo es una gran ciudad llena de contrastes, y siguiendo con la comparación de Tokio, todas las calles en general están muchísimo más sucias, y, por qué no decirlo, casi todo, generalizando también, es bastante más turbio.

Aquí en Tailandia las ciudades y pueblos se dividen en calles y callejones. Las calles pueden ser grandes o pequeñas, o incluso pedazo de avenidas. Pero los callejones son exactamente como te los has imaginado, como los que salen en las películas ambientadas en países asiáticos: muy estrechos (pueden tener un metro de ancho), oscuros, sórdidos, con puestos callejeros que te venden de todo, generalmente comida (a veces inclasificable), y vapores que surgen del alcantarillado y olores que te dejan noqueado... Todo lo contrario es meterse en sus amados centros comerciales (¡tienen muchos!). Estos inmensos e impersonales lugares están atestados de extranjeros, todos paseando con bolsas de compras en las dos manos y con las mismas camisetas de tirantes, las mismas gorras y las mismas gafas de sol. La verdad es que se encuentran gangas, hay de todo en materia de ropa y de papeo, y sobre todo, se está fresquito, y por unas horas te refugias de la tremenda y pegajosa humedad del exterior.

Uno de los rasgos más significativos de Bangkok y que llama mucho la atención del occidental de turno es el tráfico. ¡La locura de tráfico! Hay momentos que la ciudad se colapsa, y entonces se forman unos atascazos que los de Madrid parecen de Micro Machines. Coches, motos y tuk-tuks surgen de la nada, de cualquier esquina y ángulo muerto, y pululan hacia cualquier dirección imaginable. ¡Es divertidísimo! Y la experiencia de que te lleven en un tuk-tuk (vehículo típico de Asia que consiste en una moto con un remolque incorporado, básicamente) es imperdonable perdérsela. Incluso por los callejones y callejuelas más estrechas, donde no cabe ni un alma del tráfico de gente, animales y cosas que hay, tienes que dejar paso a una moto que avanza (inexplicablemente) entre la multitud de incansables comerciantes y turistas flipados. Conducen como locos, llevan en sus motos hasta neveras (really!), ves familias enteras de cinco miembros subidos en una misma moto (y sin un solo casco puesto), se meten unas cruzadas impensables cada dos por tres, pero, a la vez, te da la impresión de que todo lo tienen bajo control. Es su día a día, y no se les ve estresados ni sorprendidos por las suicidas maniobras del colgao de al lado. Es el caos ordenado.

Otro detalle que nunca se me olvidará de esta enorme ciudad (y de Asia en general) será el olor de algunas calles. Mi sentido olfativo se ve que no estaba preparado para cierto nivel de olisma asiática. Junto con el calorazo, se añaden determinados tufillos de alcantarillado y de los puestos callejeros de comida que convierten algunos tramos en momentos jodidos y, personalmente, el hedor puede llegar a ser nauseabundo. Si acabas de comer y vas con la tripa llena puede llegar a ser bastante desagradable. Eso no quita para renunciar a ello siempre y renegar de por vida, porque a la comida callejera le pegamos sin problemas, y es aquí, en Bangkok, donde alguno de nosotros se lanzó a probar delicias callejeras como grillos fritos, escarabajos y algún que otro insecto que murió incinerado en la hoguera; por hereje. ¡Y es que hay que probar de todo! Y como dice el Rey: a la parrilla, todo sabe mejor.

Los templos y los monjes budistas son otra característica de esta ciudad y de este país. Hay muchos templos en Bangkok, no sabría decir cuántos. Visitamos varios, como el del Black Buda o el del Lucky Buda, y algún otro más que no me quedé con el nombre. Se parecen todos bastante, variando un poco en tamaño y en años que lleva levantado. En todos ellos debes descalzarte y no hacer prácticamente ruido, hablando entre susurros con el Equipo y comunicándote con miradas, sonrisas y gestos con la gente que mantiene el edificio. Aunque a decir verdad, casi todo el mundo habla inglés, mejor o peor, pero se defienden. Y es que llevan ya muchos años recibiendo a turistas extranjeros de todas las partes del mundo. A los monjes se les trata con el mayor de los respetos. Aunque ellos viven con mucha austeridad y comen de las limosnas que van recolectando cada mañana. Es un espectáculo ver a primera hora de la mañana, cuando sale el Sol, a filas indias de monjes descalzos, con sus túnicas naranjas y los cuencos en la mano para pedir dinero. A ellos, la mayoría de la población, les tratan como si fueran la clase más alta de la sociedad, y si en su familia, alguien se hace monje, es un gran honor para todos.

Hay más que hablar sobre nuestra estancia en esta ciudad, pero no quiero que se haga largo. Así que lo dejamos por el momento. Además, estoy descalzo, como los monjes. Pero no estoy en Bangkok. Estoy en Zaragoza, en la gran MañoLand, y aquí sí que hace fresqui en noviembre. Así que me voy a por los calcetines. Los malditos calcetines...


viernes, 19 de octubre de 2012

Días 206-209: Tokio

Damas y caballeros, señoritas y chavalicos (tú, niña, atiende), bienvenidos a la ciudad del futuro, a la ciudad del pasado, a la ciudad del manga y de los videojuegos, a la ciudad del sushi y el neón, al lugar que siempre soñé conocer y al que muero de ganas por volver. Bienvenidos a Tokio, una metrópolis donde conviven 36 millones de seres humanos, haciendo de ella la mayor aglomeración de personas de todo el planeta.

Lo primero que recuerdo de Japón es el baño del aeropuerto: ¡vaya tela! Tenía más botones e instrucciones que el propio avión. Al principio flipas con la movida, pero los tíos se lo curran y te ponen las explicaciones también en inglés. Cuando le pillas el truco al asunto, las sesiones en el lavabo son una auténtica gozada. ¡Qué listos son los japos! Mientras cagas puedes escucharte a los Beatles tranquilamente, y no preocuparte por si el de al lado va a escuchar tu propia banda sonora intestinal. Y, como colofón, después tienes una serie de chorros de agua perfectamente orientados para que tu ojete acabe aseado, agradecido y contento. Sin duda alguna, una experiencia muy recomendable.

Tokio es caro, ya lo sabíamos, y es una realidad. Te das cuenta nada más llegar: tienes que soltar 40 eurazos para pagar un tren que tarda 40 minutos en llegar a la ciudad desde el aeropuerto. El rollico va a ser mucho patear, mucho mirar, y poco tocar. Y eso es lo que hicimos: andar, andar y más andar, y bastantes viajes por su extensa pero manejable red de metro. Yo reconozco que no soy muy de andar. No me pone andar por el campo, la verdad. Pero me encanta pasear por una gran ciudad. Recorrer sus calles y avenidas, perderte en ellas, ser un desconocido entre millones de personas, descubrir nuevos bares y tiendas, tomar el Sol en sus plazas y parques, mirar a la gente cómo se mueve, qué hace, cómo se viste, y escuchar los cientos de sonidos que surgen de cada esquina. Me apasionan las grandes urbes, su murmullo, sus incesantes latidos de intensa vida durante los 365 días del año. Y Tokio es una de esas ciudades donde no te cansas nunca de observar, porque siempre hay algo o alguien que capta tu atención, y donde hay siempre algo que hacer a cualquier hora del día o de la noche y cualquier día de la semana.

Es una ciudad futurista (para ellos ya presente), con su metro pasando por encima de tu cabeza, con sus incontables y modernísimos rascacielos, y con las pantallas gigantes de última generación colgadas de cualquier fachada; con sus peculiares habitantes, que prácticamente cada uno de ellos lleva entre las manos el último juguetito tecnológico, capaz de mover satélites enteros flotando en el espacio exterior simplemente presionando un botón de su smartphone. Pero a la vez, y ello es parte de sus muchos encantos, la ciudad también tiene un muy marcado lado tradicional (para ellos también muy presente). Entre esos altísimos edificios de cristal, o enormes centros comerciales o calles comerciales repletas de luces de neón, te encuentras, sin esperártelo, un estrecho y oscuro callejón donde parece que el tiempo no ha transcurrido en sesenta años; por no hablar de los silenciosos, bellísimos, tranquilos y espirituales templos que hay desperdigados por toda la ciudad. Es chocante pasar en tan sólo dos minutos, de la calma absoluta, de la paz y sosiego máximo que se respira en un templo, a la locura, intensidad, vitalidad y bullicio de una calle comercial algo conocida.

La gente de Tokio se parecen bastante en eso a su ciudad: son personas de contrastes. Te puedes encontrar al hombre más recatado, sobrio, serio y anodino de toda la Tierra, y, en el mismo instante, darte de bruces con las y los personajes más  notas que te puedas echar a la cara. Me sorprendió ver en algún barrio a gente joven con unas pintas muy, muy locas. Puedes ir paseando por una calle de Shibuya con un maldito orinal en la cabeza que nadie te va a mirar mal. De hecho, quizás ni te miren. Ahí vale todo. Les chifla la moda y llevan modelitos más salvajes que en London o Berlín, que ya es decir. Pero la verdad es que tienen un estilazo que alucinas. Ellas y ellos. Joder, ¡molan mucho! Y lo más importante, es que, todos ellos, vistan como vistan, sonrían más o sonrían menos, todos son supermegaextraeducados, respetuosísimos, silenciosos, muy simpáticos (algunos a su manera) y te ayudan en todo momento en aquello que esté en sus manos.

Sus calles me recordaban, me trasladaban, me hacían pensar en Haruki Murakami, en sus libros, en sus personajes, en sus increíbles historias, muchas de ellas localizadas en este lugar. Me flipa Murakami. Qué tío, el japo, cómo escribe. Lo recomiendo a todo el mundo. Pero, cuidadín, su estilo opiáceo (como leí de un crítico) es una droga poderosa, y hará siempre que quieras más y más relatos suyos. Paseando por Tokio, veías y escuchabas decenas, cientos de cuervos volando bajo, posándose en semáforos, balcones y terrazas. Algunos inmóviles y silenciosos. Vigilantes. Otros gritones y burlones. No podía dejar de pensar que estaban tramando algo. Algo importante, siniestro quizás. E imaginaba que si salía a pasear una noche a solas, podría cruzarme con uno de ellos y, tal vez, entablar una conversación. Y Señor Cuervo por fin me explicaría qué estaba ocurriendo, cuál era el propósito escondido por toda la clandestina sociedad de los cuervos durante cientos de años. Él me hablaría en perfecto español, o puede que en inglés, para que yo le entendiera, porque no hablo japonés. Y sí, me parecía algo tan maravillosamente mágico y, a la vez, tan anormalmente normal. Como las historias de Murakami.

Como ya he dicho, pateamos sin control el centro de Tokio, y vimos prácticamente todo lo que queríamos conocer. Vamos, lo más conocido, lo típico. Porque para conocer a fondo una ciudad de semejante envergadura y tantas posibilidades de acción, hay que vivir en ella, al menos, unos mesecitos. Veamos, un pequeño resumen: Shinjuku (joder, ¡es que me molan hasta los nombres!): una de las imágenes típicas y símbolos de la ciudad. Luces de neón por todas partes, por ello es mejor ir de noche. Tiendas, bares, karaokes, moderneo y ambiente a cualquier hora del día y de la noche. Y los rascacielos más altos están por este barrio. Nos pilló lloviendo y cansados, pero es imposible pasear por esos callejones sin dejar de mover el cuello a un lado y al otro observando a extraños viandantes y turbios lugares de ocio (con entrada prohibida para no japoneses). Ginza: el barrio pijo y lujoso. Es la zona más cara y sus grandes avenidas están repletas de tiendas de primeras marcas, de ejecutivos con trajes, y de mujeres con clase envueltas en vestidos muy, muy talegueros. Akihabara: centro neurálgico de la electrónica y la tecnología, y también cuna del manga. Centros comerciales y cientos de tiendas repletos de cualquier gadget imaginable y de hasta la más freak figurita de manga, desde los 5 centímetros de tamaño hasta el metro y medio, y desde los dos euros hasta las más exageradas (escandalosas) cantidades de dinero. Realmente a mí el manga me da absolutamente igual, me quedé en Akira y ahí sigo. Y el barrio es muy friki, sí, pero también es muy divertido y auténtico y te puedes pegar ahí horas rebuscando en las tiendas y viendo personajes de toda calaña. Roppongi: zona de marcha por excelencia. Llena de bares y discotecas, donde locales y extranjeros se juntan para beber, cantar y bailar. Hay fiesta casi todos los días de la semana, sólo hay que acertar con el garito de moda o con la mejor fiesta de esa noche. Nosotros salimos una noche en Tokio, entre semana, y fuimos a esta zona. No recuerdo el nombre del sitio, pero sí recuerdo lo bien que lo pasamos Piña y yo y las risas que cayeron con los japoneses, ellas y ellos. Éramos la atracción de la pista de baile, y nunca se me olvidarán sus extrañas (para nosotros) formas de moverse o de relacionarse. Son muy divertidos y se lo saben pasar de de lujo. Otro rollo, pero de puta madre. Asakusa: retrocedamos al pasado. Cambiamos neones por incienso en los templos. Estuvimos en el templo Sensoji y nos encantó. Atestado de visitas, pero en un clima de extraña tranquilidad. Las purificaciones, los estanques con las carpas, los jardines... El Japón tradicional. Otro mundo completamente diferente en la misma ciudad, ¿alguien da más? Y por último, dejándome alguna cosilla más que omito por no cansar al personal: Shibuya. Un barrio muy molón, quizás mi favorito en los tres días que pasamos allí. Centros comerciales, cientos de tiendas de ropa guapísimas, y mucho, muchísimo ambiente por sus calles a todas horas. Lleno de gente joven, el barrio marca tendencias. Es una delicia perderte por sus calles y espiar al joven habitante de Tokio  en todo su esplendor. Otro de los símbolos de esta vertiginosa ciudad está aquí: el cruce de Hachiko. La mítica intersección donde varios pasos de peatones sincronizados forman un espectáculo digno de sofá, manta y palomitas. ¡Cuánta peña cruzando al mismo tiempo y qué bien lo hacen! Un caos controlado a la perfección, únicamente gracias a su civismo, buena educación y saber hacer.

Capítulo especial (se merecen un post entero) es para la mujer de Tokio. Vaya espectáculo. Yo ya sabía del tema, pero al llegar allí nos quedamos (los cuatro) alucinados con lo buenas que están las niñas por esos lares. ¡Frescor nipón! Y lo que más llama la atención es que no son ni dos ni tres, ni varias docenas, ¡vimos cientos de mujeres preciosas! Un no parar. Yo iba to loco, lo reconozco. Pero es que la gran mayoría tienen tipito, son una monada de cara, y tienen un estilazo al vestir que cada una podría luchar por el mejor blog de tendencias sin despeinarse. Anita nos llevó de la mano a un centro comercial en Shibuya, y simplemente por ese gesto le estaré eterna y plenamente agradecido. El Shibuya 109, siete plantas como siete soles mañaneros, un Corte Inglés dedicado exclusivamente al público femenino. ¡Una locura, señores! Dar vueltas, subiendo y bajando, paseándonos entre las clientas y las jóvenes, encantadoras y bellísimas dependientas, era como estar el paraíso. En un paraíso asiático donde sus saludos, miradas y sonrisas te elevaban unos centímetros por encima del suelo, volando bajo, ensimismado, aturdido y feliz. Un lugar donde poder pasarte horas, días, años, siglos... Un lugar donde la rutina no existe, donde no hay crisis ni hay guerras, un lugar donde todos los males de este mundo se han evaporado, y que, únicamente vuelven a aparecer cuando a las nueve de la noche apagan las luces, te mandan a casa, y tienes que salir de ese edificio con olor a rosas frescas. Porque sí, Borjita, es la hora. Y porque ya vale de manchar el suelo de babas, tío guarro.

En fin, creo que he vendido bien el viaje a Tokio, ¿verdad? Lo sé, cuánto amor. Qué le vamos a hacer, no soy objetivo, y es que siempre he sentido atracción por este país, esta ciudad, sus gentes y su cultura. No sé muy bien el porqué, pero así es. Y con tantas ganas que traía, no me ha decepcionado. Todo lo contrario: quiero más. Así que a ver si engaño a alguien cuanto antes y aparecemos de nuevo por la capital del Sol Naciente. Porque yo voy a volver, y lo antes que pueda. Aunque sea, para ver si me echo novieta. O algo.










miércoles, 3 de octubre de 2012

D'ias 200-205: USA

Despu'es de M'exico nos tocaba el gran cambio del viaje, una especie de ecuador: pasar de un continente a otro, de Am'erica a Asia. Realmente para nosotros, y ya lo hab'iamos comentado, era como un nuevo viaje, otro diferente. Un nuevo comienzo.

El caso es que nuestro vuelo programado era de DF a Bangkok, Tailandia. Pero dicho vuelo ten'ia que hacer dos (benditas) escalas: una en Dallas y la otra en Tokio. Dallas, y Tokio!!! Fue ya lo que nos faltaba: ten'iamos vuelos gratis a USA y Jap'on!! As'i que decidimos aprovechar esa suerte y pasar unos d'ias en los States y en la capital del Sol Naciente, retrasando nuestros dos vuelos de escala durante unos d'ias, sin tener que pagar ni un euro m'as por ello. Fatal!! En una sola semana estuvimos en M'exico, USA y Jap'on. Lo escribo, varios meses despu'es, y todav'ia me cuesta asimilarlo. Pero antes de hablar de Asia, vamos con los yankees!

Llegamos al aeropuerto de Dallas, y r'apidamente nos dispusimos a alquilar un coche para llegar a nuestro objetivo: la singular e inimitable ciudad de Las Vegas!! Quer'iamos un Cadillac descapotable (el rollico en este pa'is era fliparse, sabes?), pero el presupuesto nos dio para una van familiar de marca Dodge. Mucho glamour para pasearnos por la highway no ten'ia, no. Pero eso s'i: sitio de sobras para los cuatro y nuestras mochilas y c'omoda de pelotas. Nada que ver con los apretad'isimos viajes en coche de Argentina o Chile.

Fueron unas 18 horitas de viaje, s'olo parando para poner gasofa y para comer y cenar. Surcamos los estados de Texas, Nuevo M'exico, Arizona y Nevada. Pasando muy cerca de sitios m'iticos como Memphis, Alburquerque (Breaking Bad) o Vernon (cu'antas millones de veces has escuchado el nombre de esa ciudad en pelis norteamericanas sin tener ni idea de d'onde se encontraba???!!), y por lugares de nombre tan freak como el pueblo Two Guns o la Meteorit Crater Road. Un viaje muy guapo. Vimos el amanecer en el desierto de Nevada, que es mucho m'as desierto de lo que yo me hab'ia imaginado. Es incre'ible c'omo han conseguido montar esa ciudad, Las Vegas, en mitad de la nada. Y, finalmente, llegamos a nuestro destino. Las Vegas, baby!!! Y s'i: es tal y como te la hab'ias imaginado; es como lo que has visto cientos de veces en las pelis de Hollywood. De d'ia te impresiona, pero de noche te deja aturdido, alucinado, enganchado...

Las calles de la ciudad estaban limp'isimas (y lo poco que vimos de Dallas despu'es, tambi'en). Todo perfecto: las paredes, jardines, suelos, fachadas, columnas y esculturas, todos ellos impecables, impolutos. Es como otro mundo, como si estuvieses en el rodaje de un pel'icula, o como si paseases por las calles de EuroDisney. Las Vegas es la DisneyLand del vicio. Cuando vas viendo las fachadas que se han montado los grandes casinos, te quedas perplejo: que si una r'eplica perfecta de una parte de Venecia, que si otra r'eplica de la Fontana de Trevi de Roma, otra de la torre Eiffel, que si montanhas rusas, barcos piratas con su mar y su pueblo costero y su cueva del tesoro, la fuente de los mil millones de chorros de agua... A t'o lo que da. Todos estos casinos, Bellacquio, Circus, Casino Royal, Caesar Palace, Wynn, Treasure Island, Mirage, Venetia, etc... Son una barbaridad de edificios. Son enormes, seres autosuficientes con vida propia. Lo tienen todo: casinos, hotel, bares, restaurantes, tiendas, discotecas, cajeros autom'aticos... Puedes llegar a uno un lunes, y no salir del mismo en toda una semana, y no sentir'as necesidad alguna. Puede que de alg'un signo de vida real en el exterior, de ver la luz solar y respirar aire puro, pero eso ya depende de cada uno. Y, por cierto, parece que la crisis a esta loca y extranha ciudad no haya llegado, porque no paran de seguir levantando casinos y hoteles gigantescos. Son tremendas las inversiones que se meten por aqu'i, la cantidad exagerada de d'ollares que mueve este lugar creado en mitad de un jodido desierto.

Bueno, a ver, a qui'en le gusta la comida basura?? A m'iiiiii!!! C'omo nos pusimos de burgers esa semana! De burgers y de patatas fritas, batidos, pizzas, Dr. Pepper... Gocico. Wendy's, Jack in the Box, Burger King, Denny's, Carl's Jr., McDonalds... Y alguno m'as que ahora no recuerdo. Good shit, brotha! El mejor de todos, calidad-precio, sin duda alguna: Wendy's!!! Uuuummm, qu'e rico! A ver si alguno se lanza y trae la franquicia a Espanha. Pensando en ello me entra el hambre, que todav'ia no he desayunado. Hace ya m'as de dos meses que no catamos un McDo, desde Bangkok. Hay ganitas. Pero tambi'en he de decir que me hace ilusi'on y felicidad el haber conocido pa'ises en los que la maldita mutinacional americana todav'ia no ha desembarcado. Porque lo har'a. Y el sudeste asi'atico perder'a encanto y magia, como ya lo ha perdido la explotad'isima y casi occidental Tailandia.

En Las Vegas hicimos el pack completo (o casi): dorm'iamos en el t'ipico motel de carretera americano, que era de peli tambi'en, y en el que seguro que hab'ia vecinos convictos y gente perdida que hab'ia llegado a la ciudad no para vivir, sino para morir, como Nicolas Cage en Living Las Vegas; jugamos en varios casinos a las cartas y los dados; nos fuimos de fiestuqui a varios clubes; tuvimos nuestra jornada de (humildes) compritas; jugamos al beer-pong en mesas ''oficiales'' y las dos veces les metimos a los yankees, que no se cre'ian que nosotros no jug'abamos en Espanha a su deporte favorito no profesional; y finalmente, gracias a Dios, fuimos a un club de striptease. Qu'e divertido! Aunque las atrapadas en los casinos te limitan mucho el tiempo para hacer otras cosas. All'i dentro no hay horarios, est'an abiertos 24\7 (24 horas al d'ia, 7 d'ias a la semana), y en las paredes no hay nunca ni una sola ventana para que entre la luz narutal, ni un solo reloj para comprobar qu'e hora es. Es como un bunker de lujo, donde lo 'unico que quieren es que te sientas bien, pases muuuucho tiempo sin darte cuenta, y, ya de paso, que pierdas todos tus ahorros. Si te gusta el juego, Las Vegas puede ser tu perdici'on. Adem'as, mientras juegas en las mesas, van pasando camareras a diestro y siniestro que te ofrecen bebidas gratis. As'i que si has perdido todas, al menos vas mojando tus penas en el alcohol. Dependiendo del croupier que te toque, las partidas pod'ian ser muy risas o un largo infierno. A veces, en 5 fatales minutos hab'ias perdido la pasta que supuestamente te ten'ia que durar unas horas, y otras veces, un solo dollar te pod'ia durar casi toda la noche. La suerte, le llaman. Nosotros cuatro, en los tres d'ias que pasamos all'i, perdimos todos pasta. Unos m'as que otros, dependiendo de lo que le gustaba jugar a uno, y de la dichosa fortuna. Excepto Anita, que la 'ultima manhana se fue sola a otro casino y pudo recuperar toda la pasta que hab'ia perdido esos d'ias. Yeaah! Yo la verdad es que tampoco perd'i mucha pasta (ninguno lo hicimos), pero es que tampoco me apasiona el juego. Aunque tengo que decir que all'i s'i me gust'o. La puta movida engancha. Hay que tener mucho ojo y una cabeza fr'ia para no liarte y perderlo todo.

He dicho que no hicimos el pack completo por poco. Qu'e nos falt'o?? Un tattoo y un bodorrio!!! La ciudad, adem'as de casinos, hoteles y tiendas donde venden todo tipo de alcohol, est'a plagada de estudios de tatuajes y de pequenhas capillas para casarse modo expr'es. Lo del tattoo lo barajamos, y preguntamos, pero al final no nos lo hicimos. Los tipos son listos y abren toda la noche, como las capillas, de ese modo, toda la penha que va toda ciega, pasa por un garito de 'estos a las 3 in the morning y se viene arriba. Ya sab'eis el lema de la ciudad, no? ''What happens in Vegas, stays in Vegas''. Lo que me parece muy bien y muy acertado. Saben c'omo venderse. Pero no tengo tan claro, y seguro que miles de persona que han pasado por all'i estar'an ahora de acuerdo conmigo, que, en caso de casarte con alguna p'ajara o p'ajaro, o de volverte a casa con un pedazo de tattoo en la espalda tipo: ''Yo amo el jam'on, huntadito con tomate. Yo amo el jam'on, es la hostia y el cop'on'', todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas... Porque te lo llevas contigo a casica!! Cuidadooorrr!!! Y, por eso mismo, no hubo boda!!! Oooooh..... Anita y Javi, Javi y Anita, hab'ian hablado del tema boda en Las Vegas. Estuvimos como dos meses hablando del asunto, aunque hay que decir que antes de pisar los States ya ten'ian claro que de boda nada de nada. Hubiera sido tremens: los cuatro vestidos anhos 70 (rollo la peli de Blow), con bigotes, flequillos y toda la pesca, Leo siendo el padrino de Anitosss, yo siendo el de Pinha, un cura vestido de Elvis, un par de homeless borrachos y otras tantas stripers como invitados, camisetas, gorras y hasta tazas de caf'e con las fotos nupciales... Todo el kit! Lo m'as t'ipico y grotesco de Las Vegas reducido a 10 (inolvidables) minutos de esperp'entico casamiento. Qu'e le vamos a hacer, pero a m'i me dio pena que no se casasen.

Aunque, a falta de tattoos y boda, ya he dicho que s'i fuimos a un club de striptease, y vaya club, senhores! Era uno de los dos mejores de la ciudad (porque hay muchos y de toda calanha), y ten'ia un premio de hace un par de anhos de ser el mejor del pa'is (o algo as'i). Vaya garito! Y la llegada al mismo no pod'ia ser de otra manera, oigan: llegamos los cuatro en una limusina negra que te mueres!! As'i s'i!! Nos recogi'o a las 4 de la manhana en la puerta de un casino, y 5 escasos minutos despu'es, ya est'abamos en la puerta del club. Cinco minutos, cien fotos que sac'o Anita. Qu'e despliegue! Sacando la cabeza por la ventanilla del techo, tumbados de todas las maneras posibles, cualquier foto val'ia en esos instantes de subid'on. Lo que no hab'ia ni media birra en toda la limusina, aunque ya lo esper'abamos. Porque no os cre'ais que pagamos este servicio, no. La limusina para llegar al club era gratis, las entradas para el club tambi'en las sacamos gratis, y hasta alguna consumici'on m'as. No nos lo pod'iamos creer!!! Pero claro, luego entras, ves el percal, y ya entiendes por qué te dejan casi todo gratis hasta llegar all'i: las mujeres que trabajan en ese celestial lugar est'an buen'isimas, no, lo siguiente. Bufff!!! Creo que nunca en mi vida hab'ia visto a tanta fresca junta, en persona, y en el mismo lugar y al mismo tiempo. Nos faltaban ojos (a Anita tambi'en). Por eso mismo, los t'ios pueden entrar todo lo gratis que quieran, porque los duenhos saben que luego se las van a dejar todas en consumiciones, propinas, bailes privados y dem'as servicios ofrecidos en el amplio, oscuro (y
 lleno de cortinas) local. No miento ni exagero, y ya acabo con esto, pero all'i hab'ia mujeres preciosas, tremendas, que parec'ian actrices o modelos, y que bailaban y se mov'ian en la barra de una manera espectacular, que te dejaban mirando sin pestanhear y sin poder cerrar la boca. Y ya no hablemos de cuando se te acercaban a charlar...

Fueron tres d'ias muy divertidos y de no parar. Y nos hubi'eramos quedado m'as tiempo all'i (danger, danger!), pero era imposible, y creo yo que fue suficiente. As'i que los cuatro a la furgoneta y camino de vuelta. Quer'iamos ver el Gran Canh'on, pero no puedo ser: a la ida llegamos muy pronto, amaneciendo y sin informaci'on suficiente, y a la vuelta necesit'abamos descansar despu'es del ritmo de Las Vegas, y nos quedaba de nuevo un largo viaje hasta Dallas. No vimos el Gran Canhon pero s'i que tuvimos la oportunidad de ver bien de cerca a la polic'ia norteamericana: multica que me metieron saliendo de Las Vegas. Que no falte! Bueno, hay que decir que solo fue un warning por correr un poquito, y no hubo sanci'on. Pero qu'e susto me di'o el amigo madero! Para que el viaje hubiese sido completo del todo y totalmente yankee, s'olo nos hubiera faltado que nos pillase un tornado de camino por alguna de esas interminables llanuras. No hubo twister esta vez, tranquilos.

Deshaciendo el camino que hicimos a la ida, y tras otras tantas horas de coche, llegamos a Dallas, y m'as concretamente al American Airlines Center con tiempo de sobra. Qu'e hac'iamos all'i? Nada m'as y nada menos que ver un partido de la NBA. I love this game!!! Vimos a los que eran los actuales campeones de la Liga, el supuestamente mejor equipo del mundo de ese anho: los Dallas Mavericks!

Los norteamericanos tendrán muchas cosas chungas, pero una de las buenas que tienen es que son unos amantes del deporte, y otra de ellas es que saben cómo montar un buen show. Un claro ejemplo de ello es un partido de la NBA. El himno nacional cantado por una pájara, las presentaciones de los jugadores como si fuese el último partido en la Tierra, el speaker que tiene más tablas que una plaza de toros, los concursos y juegos con el público en cada parón del juego, las cheerleaders que a diferencia de España sí que saben bailar, la mascota molona e hiperactiva que hace mortales con un trampolín para luego acabar en mate, las escopetas que lanzan camisetas a las gradas, las birras gigantescas y las bandejas de nachos con queso XXL... Todo es parte importante del partido, del espectáculo, y la verdad es que te pegas ahí dentro como cuatro horas en total y ni te enteras.

Vimos auténticos jugones como Dirk Nowitzki, Shawn Marion, Vince Carter, Delonte West, Terry, Jason Kidd y Thompson, un blanquito de los Pacers que no conocíamos pero que enchufaba tripes con una facilidad pasmosa. Al final los Mavs cuando apretaron un poco el acelerador en el cuarto cuarto, ganaron de diez sin problemas y Dirk sin hacer ni el huevo, de vacances. Pero bueno, ¿¿a quién le importaba el resultado??

Y ahora sí, después de esta vertiginosa semana en los States, cruzamos el Pacífico, algo que nunca había hecho, y por fin llegamos a Asia. Y más concretamente a Tokio. Uuufffff... Amigos, hay veces que los sueños se hacen realidad. ¡Hay que perseguirlos! Y escribiendo esto, cinco meses después de estar allí, se me ha puesto la piel de gallina en todo mi cuerpo.




 



jueves, 23 de agosto de 2012

D'ias 170-200: M'exico

Voy a empezar pidiendo disculpas a M'ejico, si es que una persona puede pedir perd'on a un pa'is, que creo que s'i, aunque no lo tengo muy claro. Pido perd'on porque voy a escribir sobre nuestra estancia all'i, pero lo voy a hacer de manera bastante resumida, as'i, como a bote pronto, porque me apetece y porque hay que darle canha a esto (que me dicen que voy con ligero retraso).

M'ejico es un grand'isimo pa'is. Cojonudo. Estuvimos en DF, Pachuca, Playa del Carmen, Palenque, San Cristobal de las Casas, Puerto Escondido y Mazunte. El norte no lo tocamos porque el horno no est'a para bollos por ah'i, y nos recomendaron mejor no pasar, y porque no hab'ia m'as tiempo, dicho sea de paso. Pero tengo que decir que, en ning'un momento, tuvimos noci'on ni rastro del horror que est'a sufriendo el pa'is por culpa de la escandalosa y sangrienta guerra de narcos durante los 'ultimos anhos. Nos trataron de maravilla.

M'ejico lo tiene absolutamente todo: historia, cultura, una gente encantadora, una comida tremenda, playas impresionantes, buenas fiestas, y todo, todito, todo a muy bien precio. Nos sorprendi'o mucho, para bien. Para m'i ha sido el pa'is de mejor calidad-precio donde hemos estado. Gran alojamiento, gran servicio, de muy buena calidad y a precios muy bajos. Una gozada de mes que pas'o muy, muy r'apido, y un lugar donde no nos hubiera importado pasar m'as tiempo. Ten'ia muchas ganas de M'exico, personalmente, y como con Argentina, ha cubierto mis altas expectativas, y con creces. Ha sido, sin duda alguna, una de las mejores paradas de este viaje. Espero volver a verte, M'ejico lindo!!! Y ahora, voy a hablar de 'el en forma de c'apsulas, de pequenhas burbujas, de lo que m'as me gust'o o m'as impresion'o en el mes que pasamos all'i. Y de mis perladas. Que no falten. Vamos con los bullets:

  • Vuelo Sao Paulo-M'ejico DF: ya soy fan de American Airlines. Qu'e nivelaco! Me sent'i como un cr'io con juguetes nuevos: pantalla personal delante de cada uno, pel'iculas, series, videojuegos, m'usica... No pegu'e ojo en toda la noche que dur'o el viaje. Y es que, comparado con Iberia, todo sabe a gloria.
  • Ruinas: M'ejico es un pa'is con una rica historia, y 'esta se ve reflejada en las numerosas ruinas mayas, aztecas y de otras 'epocas que hay diseminadas por todo el territorio. Estuvimos en tres de ellas: Teotihuac'an, Chichen Itz'a y las de Palenque. Las primeras est'an a las afueras de DF y son las de mayor extensi'on de las tres. Lo m'as destacable es subir a las pir'amides del Sol y de la Luna. Y desde all'i arriba, contemplar todo el paisaje de la antigua ciudad, y cargar de nueva y positiva energ'ia tu maltrecho esp'iritu. Tambi'en caminamos por la Calzada de los Muertos donde (supuestos) chamanes te ofrec'ian r'apidas y bastante dudosas purificaciones. La verdad es que subirse a una de esas pir'amides y descansar un rato en lo alto, sobre sus milenarias piedras, le deja a uno muy tranquilo. Lo 'unico negativo de ese d'ia fue el calorazo exagerado que hac'ia, y la cantidad de penha que hab'ia. Demasiada. Para subir a la del Sol, tuvimos que hacer cola durante un rato, como en las rebajas. Y esa masificaci'on de gente hace que todo pierda encanto. Las de Chichen Itz'a las vimos de camino hacia Palenque (creo). Y no tuvimos mucho tiempo, porque llegamos justos y casi nos cierran. Lo que m'as ilusi'on me hizo fue ver otra pir'amide, quiz'a 'esta sea la m'as famosa del pa'is. Es la de Fukulam. Tengo su foto como fondo de escritorio del port'atil desde el primer d'ia que ten'ia claro que iba a hacer este viaje. Tambi'en me hizo mucha gracia el poder ver d'onde jugaba esta gente a su m'itico juego de meter un bal'on por el arco. S'i! Ese arco de piedra, pegado al muro, en lo alto. No s'e c'omo se la apanhaban estos gachos parar meter una bola por ese agujero, porque no es muy grande que digamos, porque est'a como a unos 8-10 metros de altura, y porque no utilizaban las manos para jugar! Que los notas le daban con la cadera!! Muy fieras, punter'ia de diez. Y por 'ultimo, pero no por ello menos mol'on: las ruinas de Palenque. Fueron las que m'as nos gustaron. Por qu'e? Porque estaban en mitad de la jungla. As'i de simple. La frondosidad, lo salvaje y el verde de la selva, le dan mayor belleza, encanto y rollo a los antiguos templos. No es igual que pasearse por un secarral, lleno de arena, polvo y r'ios de gente. Nada que ver. El ninho de la selva!!!
  • La vieja palmera: ese d'ia, mirando a una vieja y seca palmera, me puse a pensar en las horas, en los d'ias, quiz'a semanas, en que no hab'ia llovido. Y me preguntaba si la marchita palmera, adem'as de sentirse necesitada, sedienta, ansisosa por recibir ese agua que le da la vida, no se sentir'ia tambi'en sucia, fea y acomplejada. Y quise pensar que s'i. Y que cuando lloviese y recibiese ese l'iquido para nutrirla por dentro, tambi'en la limpiar'ia por fuera, y le quitar'ia esa inc'omoda  capa de polvo, arena, humo y suciedad que la cubr'ia, y ella, la vieja palmera, volver'ia a sentirse m'as bella, limpia, radiante y feliz. Y entonces, volver'ia a estirarse erguida, toda recta, orgullosa, hacia el cielo de azul claro.
  • Papeo y bebercio: tacos, quesadillas, burritos, tortas, alambres, guacamole, chapulines, fajitas, enchiladas, chelas, pulque, mezcal y tequila.  Todo lo probamos, todo est'a riqu'isimo, y casi todo pica! C'omo les gusta lo del picante a estos t'ios. Recuerdo que un d'ia me pille unas Ruffles Queso. Bueno, no s'e d'onde se dejaron el sabor a queso, pero las putas patatas picaban como el demonio! Despu'es de sufrir como un masoca, s'olo me ven'ia una pregunta a la cabeza: ''C'omo diablos ser'an las Ruffles Jalapenho????''. El caso es que nos pusimos las botas durante todo el mes. Puestos callejeros, restaurantes, chiringuitos o cantinas, todo vale y cualquiera te ofrece buena calidad. Durante esos 30 d'ias empezamos a recuperar parte de los kilos que nos hab'iamos dejado en Brasil. Lo que no vino naaaaada mal.
  • Agabe: cap'itulo especial para esta planta sagrada, que es del tipo del c'actus, para el que no lo sepa. De ella se extrae, nada m'as y nada menos que, el pulque, el mezcal y el tequila. No te digo n'a y te lo digo t'o. Y por favor, mejicanos: no dejen que desaparezca el pulque! Nos contaron que estaba de capa ca'ida, que ya casi ni se toma ni se produce, pero a nosotros nos encant'o. No se deben de perder las tradiciones de un pa'is; al menos, las buenas. 
  • Frida Khalo: visitamos su Casa Azul (y la de su marido) en DF. Yo, sinceramente, no conoc'ia la vida de esta buena mujer. Me impresion'o. Vaya cojonazos que ten'ia la amiga. Qu'e fuerza, qu'e personalidad, y qu'e carisma.  Me gust'o mucho una frase suya que solt'o cuando le preguntaban por las continuas infidelidades de su marido: ''Quizá esperen oír de mí lamentos de ‘lo mucho que se sufre’ viviendo con un hombre como Diego. Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr''. Ojito con Frida!
  • Los amigos de Pachuca: les conocimos cuando est'abamos a punto de irnos de Teotihuac'an. Nos empezaron a hablar y nos ofrecieron de su pulque. Y ya no nos separamos hasta el d'ia siguiente. Qu'e majos! Nos invitaron a Pachuca a pasar la tarde y la noche y all'i que nos fuimos todos metidos en su coche. 'Ibamos 8 en uno de 5 plazas. Con bien de pulque en las manos para el camino, y con la polici'a al lado y sin decir ni m'u. Moooola. Con ellos bebimos pulque, cerveza y tequila, charlamos, nos emborrachamos, cantamos y bailamos. Fue una inesperada pero gran noche, como suele pasar en estos casos. La gente acab'o a cuatro patas (literalmente). Adem'as de simpatiqu'isimos y de ser muy buena gente, eran una familia de artistas. Juan Manuel es escultor, Greta Luz es una magn'ifica pintora (t'enganla en cuenta, ya est'a en la Red, vean su obra), y su hija con tan solo 14 anhos ya es una pedazo de escritora, buen'isima. A ellos, y al resto de la tropa, y a todos los mejicanos buenos y carinhosos que hemos ido conociendo en todas partes del pa'is: muchas gracias, un placer!! "Salud, salud, salud!!''.
  • Monos aulladores: est'abamos paseando por las ruinas de Palenque, en mitad de la jungla. Cuando empec'e a escuchar un sonido de fondo, cada vez m'as alto. No sab'ia qu'e pod'ia ser. Ven'ia de cerca, detr'as de los largu'isimos y frondosos 'arboles. Parec'ia que era el sonido producido por los dichosos juguetitos que vend'ian en cada esquina, y que, soplando, imitaban los rugidos de un jaguar. Pero entonces, un gu'ia pasaba con dos guiris, y yo puse la oreja como de costumbre, que siempre se rasca algo y nunca viene mal. El sonido que proven'ia del interior de la selva lo estaban haciendo unos monos! No me lo pod'ia creer: era un zumbido bestial. Me emocion'e, empec'e a gritar a 'estos, que estaban subidos a otra ruina diferente a la que yo estaba, y r'apidamente, nos dirigimos corriendo hacia el ruido. Bueno, pues no vimos a los monos aulladores. Shit! Pero los pod'iamos escuhar perfectamente, estaban ah'i, cerquita. Flipamos mucho. Parec'ian m'as los rugidos de un felino que el sonido de un mono. Impresionante. No se me olvidar'a nunca esa extranha sensaci'on de inquietud al escuchar ese eco tan peculiar. Hac'ia un calor tremendo ese d'ia, con el Sol castigando fuertemente en todo lo alto. La legi'on de monos aulladores clamaba al cielo por un poco de agua que los refrescase.
  • Lucha libre: fuimos una noche en DF a presenciar varias peleas. No pod'ia faltar! Despu'es de pasar media tarde en una cantina, con tequila de por medio, y con las entradas y las m'ascaras ya compradas desde por la manhana (y ya puestas en el taxi de camino al pabell'on de deportes), est'abamos totalmente preparados para una noche de lucha libre mexicana. Y, amigos, qu'e malos eran!! Muy, muy paquetes. Hubo varias peleas, de peor a mejor nivel, y menos los 'ultimos, all'i no se  salvaba nadie. Nos dijeron que hab'iamos pillado un d'ia flojo. Joder, flojo. Si yo tengo m'as gracia peg'andome: al menos me caigo mejor. Aun as'i el level de los luchadores era lo de menos, porque la gente que va all'i no va a ver lucha. No, senhor. Ah'i la penha va a quitarse el estr'es, va para insultar al personal, para desquitarse de sus males cag'andose en todo lo que pueda sacar por su linda boquita. Para meterse con los luchadores buenos, los malos, el 'arbitro y las familias de todos ellos. As'i, de esta manera, se quitan todo el mal rollo acumulado de la semana, los agobios, la hipoteca, el jefe nazi, o la falta de sexo. Pero es que la movida est'a muy guapa!! Cuando llev'abamos dos minutos y vimos el percal, empezamos a hacer como ellos, y eso fue un no parar de burradas y cebatiles varios. Se me da bastante bien, la verdad. Dejamos buenas perlas en el ambiente y los mejicanos de cerca nos las aplaudieron con muchas ganas. A m'i no se me olvidar'a nunca una frase escuchada all'i. Que no ten'ia mucha miga, la verdad, pero es que un pavo que ten'iamos justo delante no paraba de gritarla como un loco, puesto de pie, cada cinco martilleantes minutos: ''Referee!!! Chingas a tu madreee!!!''. 
  • Playa del Carmen: Recuerdo sus aguas c'alidas y completamente celestes. Un mar de revista de viajes. Y los partidos de f'utbol-playa contra los mejicanos, que les d'abamos pal pelo, como no pod'ia ser de otra manera. Y me acuerdo tambi'en del MegaChiringuito. Ojito. El m'as grande del mundo. Monstruoso. Ten'ia como dos cocinas, mesas en la playa, terraza interior, una barra de 360 grados repleta de pantallas planas como para regalar, m'usica en directo, pantalla gigante al fondo del todo, otra terraza exterior arriba, carta de men'u y buffet libre, y todo lo que se te pueda pasar por la cabeza ahora mismo. Vaya garitazo. Ese chiringuito playero ten'ia m'as staff currando a la vez que toda la FNAC de Callao. 
  • El bicho de mi pie: podr'ia escribir un post enterito s'olo hablando de mi bicho, El Bicho, porque vaya movidote. Todo empez'o en Playa del Carmen, una noche que salimos y algo me debi'o de picar o de morder en mi pie izquierdo. No tuve el gusto de conocer al insecto en cuesti'on, ni siquiera le pude ver su m'as que probable cara de alien'igena, pero algo chungo deb'ia de ser. La cuesti'on es que a partir de esa noche, mi pie no era el de siempre, algo hab'ia cambiado: un extranho veneno recorr'ia uno de mis dedos, dejando una marca, una especie de vena color rojo, como recuerdo. No ten'ia buena pinta la cosa, ni mucho menos, pero el asunto parec'ia estar controlado. Lo parec'ia. De pronto, el maldito veneno (o el mism'isimo bicho desplaz'andose bajo mi piel, que no lo ten'ia yo muy claro) empez'o a correr m'as r'apido, y cuando me quise dar cuenta, ya se hab'ia extendido al resto de los dedos del pie, uno por uno, exceptuando el gordo, que resist'ia como un jabato. La movida acojonaba. Ahora s'i. Daba un poco de miedo porque era algo nuevo, y desconocido, y la verdad es que no me apetec'ia que me amputasen un pie por culpa de un puto bicho cabr'on. Lo mejor (de mejor nada) estaba por llegar: el rastro rojo que dejaba el veneno (o el bicho), pronto se torn'o cada vez m'as grueso y asqueroso, con volumen, de un color trasl'ucido... El rastro del veneno se estaba convirtiendo en ampollas. Flipas. Mu rico. Movidote. Suena fatal, lo s'e, pero visto todav'ia era peor. Todo este proceso dur'o varios d'ias, semanas, y cada vez ten'ia peor pinta el enfermo, porque el veneno (o el bicho!) se extend'ia por toda la parte superior del pie, como trazando pequenhas carreteras de un mapa, de un lado hacia otro, como buscando algo, hasta llegar a la altura del tobillo. Mi pie daba asco. Y 'estos, el Equipo, flipaban mucho, claro. Yo les ve'ia c'omo miraban mi pie, las caras que pon'ian, y digamos que tranquilidad no me transmit'ian. Pero yo, aunque repito que alg'un d'ia que otro s'i que me llegu'e a rallar un poquinho, como soy bastante huev'on para estas cosas, y como las medicinas no es lo que m'as gracia me hace, sab'ia (confiaba) que en el fondo no era grave, porque ni me dol'ia, y que tarde o temprano mi sistema inmunol'ogico acabar'ia con el veneno y lo expulsar'ia de mi cuerpo. Quer'eis saber el final??? Acert'e!! OEOEO'E! Mi pie volvi'o a tener un aspecto normal, al menos el de un ser humano. Eso s'i, como tres meses tard'o en desalojar mi pie el okupa y macarra veneno. Lo que tengo claro es que no me olvidar'e nunca de esa picadura, y tengo varias fotos muy guapis durante el proceso para aquellos intr'epidos que est'en intereados. Pero desde Myanmar ya estoy bien. Mis pies volvieron a ser Happy feet. 
  •  Cenote Dos Ojos: cerca de Playa del Carmen fuimos a un cenote a hacer snorkel. Qu'e es un cenote? No, no es una cena a lo grande. Es una masa de agua dulce que puede estar al aire libre y bajo tierra, como en una cueva. Con un gu'ia, las gafunis, las aletas, y una linterna cada uno, nos sumergimos en el medio l'iquido y nos metimos en la m'as oscura cavidad. Grutas estrechas, salas m'as grandes, zonas al aire libre donde los rayos del Sol golpeaban en el agua para mostrar su color azul claro, otras zonas realmente oscuras donde daba miedete meterse, estalactitas y estalagmitas, pequenhos y miedosos peces, y siempre presente, un agua totalmente cristalina. Oh yes, el cenote fue un pasote! Otra gran experiencia, que al principio daba un poco de cague porque nunca sabes a qu'e tipo de bicho te puedes encontrar paseando bajo tierra, pero que luego te vas relajando, te olvidas de todos tus miedos, y disfrutas como una sirena buceando entre cuevas de piratas. 
  • Terremoto: segundo se'ismo serio que sufrimos este viaje (el primero fue en Santiago), y segunda vez que no nos enteramos de nada. Y en 'este no 'ibamos borrachos. Conste! Fue en DF, a media manhana, y nosotros est'abamos en el hostal al punto de salir. 7,8 grados!!! Senhores, eso es un cebatil. En el anho 85 hubo uno tambi'en en DF, de 8,1, y mat'o a 10.000 personas. Esta vez s'olo hubo un herido. El epicentro estaba m'as alejado de la ciudad, y era mucho m'as profundo que en el del 85. Menos mal. No hubo muertos pero s'i que se reflej'o en el mobiliario de la ciudad. Nosotros no d'abamos cr'edito cuando lo vimos luego en la tele, o las fotos de los peri'odicos, o cuando la gente nos contaba lo mal que lo hab'ian pasado cuando se tambale'o todo su edificio, como si fuera una torre de naipes. Una vez m'as (y que siga la racha), tuvimos bastante suerte. Y qu'e conho! Hace falta m'as que un 7,8 para derrocarnos!
  • El entierro de la tortuga: una manhana, en la playa de Mazunte, hab'ia un tortuga en la arena. Como de un metro de largo y unos 30 kilos de peso. Muerta. Y all'i mismo que la enterramos, el vigilante de la playa y tres curiosos m'as que le ayudamos. Nadie sab'ia de qu'e hab'ia muerto, pero la verdad es que daba penita. Tal vez volvi'o a morir a esa playa porque es donde iba a poner sus huevos; o, simplemente, fue la marea la que la deposit'o all'i, ya muerta; o, quiz'as, en esta misma playa se enamor'o de una bella y graciosa tortuguita, cuando era joven (como 150 anhos antes), y desde ese mismo d'ia, se jur'o a s'i  misma que, con su amada o sin ella, volver'ia a esa playa, y yacer'ia en esa arena. Por qu'e no? Hay que ver lo rom'antico que me pongo con las tortugas.

jueves, 16 de agosto de 2012

Días 164-167: Itacaré

Después de diez días, Leo y yo conseguíamos salir de la isla. Más parecía Shutter Island que Morro, de lo complicado que era escapar de allí. Nos fuimos un poquito hacia el sur, a otro lugar que todos los que lo conocían lo recomendaban, esta vez en el continente. Se llama Itacaré. Es un pueblo de pescadores, muy tranquilo, y bastante humilde, aunque poco a poco va atrayendo a más turistas. Y no siendo una isla, también está repleto de playas muy bonitas. Además, es el sitio de Brasil más barato en el que hemos estado, con unos precios bastante aceptables y que daba gusto estar después de tanta punhalada. Por otra parte, es totalmente diferente a Morro: esto estaba lleno de brasucos, y no de argentinos!

Si Morro fue playa, fiesta y convivir con mucha gente nueva, Itacaré fue m'as playa pero muy relajado y mano a mano. Se estaba muy bien y nos hubiese gustado pasar allí algún día más. Las puestas de Sol eran también impresionantes, y como ya he dicho, las playas eran pequenhitas, pero muy bonitas y coquetas (odio esa palabra). Estuvimos en varias, como en la de Tiririca, pero la mejor de todas era Prainha. Playaca! Para llegar hasta ella, había que cruzar de nuevo la jungla, y para variar hubo un momento en que nos perdimos, porque había mil caminos posibles y allí no había un maldito cartel de senhalización ni pasaba ningún lugarenho por el camino. La diosa Fortuna estuvo esta vez con nosotros, y llegamos bastante rápido y sin jamada alguna. Y eso: que la playa se las traía. Qué guapo. Era como la de Lopes Mendes en Ilha Grande: virgen. Una gozadica! Ni chiringuitos ni ná de ná. Casi ni gente había porque estábamos cuatro! Una playa no muy grande, limitada a izquierda y derecha por grandes rocas, con arena fina y blanca, con la jungla como telón de fondo, y con un mar muy molón! Por fin unas olas guapas de verdad! Bien de olas y bien grandes. Me recordaba a cuando viví de peque en Viveiro, Galicia. Allí sí que había olas! Es mucho mejor, más divertido, un banho con unas olas que te den respeto, que te men'een bien el cuerpo, y no hacerlo en un mar que parece una sopa: no hay color!

Y es que allí, en Itacaré, sí que le meten mucho y muy bien al surf. Tienen las olas perfectas, y parece que tiempo libre les sobra a los colegas. Joder, cómo viven algunos brasucos de relajaos! Qué bien se lo montan. En comparación con ellos, hasta los espanholes parecemos más estresaos que una hormiga china. Sí, sí, sí, vimos varios tíos jóvenes que surfeaban de puta madre, mucho level. Manejaban la tabla como si fuese un skate. Pero también se veía al típico madurete tomándoselo con calma encima de su tabla larga y gozárselo a saco. Y ninhos también. Recuerdo que le hice una foto a una mocosa brasileira, que no paraba de intentar pillar una ola tras otra ya cerca de la orilla. No pillaba una. Pero esa ninha, con su traje de banho de princesita, y su pelazo a lo afro, en cinco anhos hará trucos encima de la tabla que no los hemos visto ni en la tele.

Qué tíos. Es que si me pongo a pensar, no es que le pegasen bien sólo al surf, es que allí todo quisqui también jugaba de lujo al fútbol y también hacían casi todos capoeira. Unas máquinas, te lo digo! Daba gusto verlos. Playa, atardecer, y capoiera. Los cuerpos que tienen (es as'in), la velocidad, agilidad y exactitud con que realizan todos sus movimientos. Es impactante la primera vez que ves un espectáculo de capoeira en directo. Impresiona. Van mucho más rápido de lo que te imaginas, y el margen de error con el que trabajan es mínimo. Fue una pena no tener más tiempo (el puto tiempo!) , porque quer'iamos recibir tres o cuatro clases y no pudimos. Lástima. Next time!!

La falta de tiempo... Y eso que al final pudimos retrasar dos días nuestro vuelo a  México. Si no lo llegamos a hacer, lo perdemos. Vaya estrés esos días con el cambio de vuelo, sus muelas! Eso nos pasó por atraparnos más de la cuenta en Morro... Pero, como casi siempre, todo nos salió a pedir de boca. Pudimos estar dos días más en Itacaré; pudimos pillar un bus hasta Sao Paulo, en lugar del vuelo interno que costaba un ojo de la cara; y como colofón, pudimos pasar una última noche de farra en la ciudad, y con unas chicas espanholas, muy majas, que conocimos en Morro y que una de ellas nos dejó instalarnos en su piso esa última noche en el país de la samba.

Después de un completísimo e involvidable mes y medio, abandonamos Brasil. Y dejábamos atrás también a Sudamérica. Qué pasada, qué rara es la percepción del tiempo. A veces me parece que hace sólo un mes aterrizábamos en Bogotá, nuestro primer destino, y otras tantas veces, parece que hayan pasado ya tres anhos. Colombia, Panamá, Ecuador, Per'u, Bolivia, Argentina, Chile y Brasil. Siento la expresión (bueno, no, realmente no la siento), pero casi me pongo palote al recordar todo ello. Inolvidable, irrepetible, y casi seguro que, inmejorable. Sudamérica: qué gran continente. Muchas gracias por todo! Y sobre todo: millones de gracias, besos y abrazos a toda la gente maravillosa que hemos ido encontrando por el camino. Gracias!! Gracias por todas las experiencias vividas y por todo el amor compartido.

Y, ahora qué?? Ahora, VIVA MÉJICO, CABRONES!!!!


martes, 31 de julio de 2012

Días 154-163: Morro de Sao Paulo

Morro es una isla pequenha, muy bonita, muy divertida, y que tiene algo que te impide salir de ella con facilidad. Ahí la vida es tan cómoda, simple y fácil... Tienes, andando dos minutos, todo lo que necesites: la playa, el bar, el súper, los puestos de comida, la fiestaca nocturna, la pequenha colina para ver los atardeceres... Todo, absolutamente todo, está a tan sólo dos pasos. Y, lo mejor de lo mejor, es que, nuevamente, se puede vivir únicamente con el banhador puesto! Bieeeeen! Banhador, dinero en el bolsillo y el balón. Eso es lo que llevábamos Leo y yo para pasar todo el día. Parecíamos Oliver y Benji en modo naúfrago. Qué feliz, qué vivo se siente uno andando descalzo a cualquier parte. Sentir la Tierra bajo tus desnudos pies no tiene precio.

La vida en esa isla consiste en playa cuando hay Sol, y fiesta cuando no lo hay. Todos los días.  Es simple, pero nunca falla. Pasábamos las horas del día metidos en el mar, tirados en la arena, pegándole al balón, buscando monos, dándonos banhos naturales de arcilla, o trepando por las palmeras. Y siempre, siempre, siempre, con el mar presente. Ese mar calentito y limpio. Había un paseo hasta la playa de Gamboa, la más alejada (porque había varias y todas a mano), que era un pasote. Precioso. Ibas andando por la costa, pisando la arena de la playa (o nadando directamente si la marea estaba muy alta), con el mar turquesa a la derecha, y la isla con sus rocas y palmeras a la izquierda. El paisaje era tremendo, uno de los más bonitos de todo el viaje. Te sentías feliz de estar allí, de poder verlo, de estar presente entre ese arema, ese mar, esas rocas, plantas y palmeras que, en su conjunto, formaban la perfecta postal. Un paraíso.

Y cuando el Sol caía y llegaba la noche... Ay, m'ama, cómo lo pasamos! Salimos todas y cada una de las diez noches que allí estuvimos. Y lo hicimos todo el grupo del hostel, que allí no se escaqueaba ni el Putas. Sí, sin duda alguna, éste es un nuevo y claro ejemplo de que el alcohol une. Y tanto! Nuestra historia, nuestro cuento en Morro podría empezar así: "Érase una vez, una botella de cachaza se abrió en una islita del Brasil...". Y se abrió una y se abrieron treinta, y todos fuimos felices y comimos perdices. En efecto, la caipirinha hizo que nos conociésemos todos, y nos mantuvo juntos, y nos mantuvo bien.

Esos días en Morro se formó en el hostel un grupo de gente de puta madre. Éramos en total unos doce, más o menos: algún espanhol más, gente de Chile, de Brasil, y sobre todo, muchos argentinos, y casi todos de Buenos Aires. El caso es que engrasamos todos muy bien desde el principio y ya casi no nos separamos en diez días: playeábamos juntos, cenábamos y bebíamos juntos, y después nos 'ibamos todos juntos de farra la mar de bien. Esos días lo pasamos muy, muy guay. Y eso que sólo estábamos Leo y yo del Equipo! Pero ese factor, sin duda alguna, permitió que conociéramos a más gente y fuéramos más abiertos y sociables. Porque al estar siempre cuatro, hay veces que pasas del resto del mundo y no haces el mínimo esfuerzo por conocer a otros. Así que como casi todo en esta vida, la desarticulación del Equipo por unos días tuvo sus pros y sus contras. Pero esta vez le sacamos partido el estar los dos solos, y Morro ha sido el lugar donde más gente hemos conocido y con la que hemos convivido en el mismo sitio.

Además de lo bonita, cómoda y divertida que es la isla, ése fue el motivo por el que nos atrapamos tanto tiempo en Morro: por la buena companhía. Íbamos para 4-5 días y nos quedamos diez. Pero es que es realmente complicado salir de las islas brasucas!! Pensaréis: "Borja, manho mío, vete al puerto, te pillas un maldito barco, y te piras!". Ya. Tiene sentido. Parece fácil, pero no, no es tan simple. De verdad que no lo es! Yo tenía la teoría de que si te quedabas en la isla un mes seguido, ya no salías nunca. Jamás en la vida. Y había ejemplos de ello, porque teníamos fichados ya varios personajes muy peculiares. Dignos de novela. Vaya cracks! Ésos se quedaron una semana de vacaciones más de la cuenta y allí siguen, 30 anhos después. Viejunos locos, artesanos, hippies con rastas blancas a lo Gandalf, fiesteros y borrachos... Existía una pequenha fauna de unos 50 anhos de edad media que era muy curiosa, por decir algo. Y algo les daba la isla, está claro. Algo nos daba a todos. Ellos eran ''los ninhos perdidos". Que ya no eran ninhos, pero que seguían muy, muy perdidos. O no tanto...??? Uuuummmm.... (Y me meso las barbas).

El hostal estaba muy bien, y aunque cada noche nos teníamos que pelear con el seguranza, que era un puto nazi y nos bajaba la música súper pronto, merecía la pena ya sólo por el patio interior, con sus bonitos y olorosos árboles y sus hamacas de luxe. Joder con las hamacas! Qué gran invento, y cómo atrapan las jodías. Son como telas de aranha de dos metros: como caigas dentro ya no sales. Tambi'en me acuerdo mucho de las fiestas en la playa, que eran gratis (no había que pagar entrada) y eran las mejores. Los banhitos al amanecer, después de salir y antes de dormir. Los sensacionales atardeceres que había cada día, y que se veían de fábula desde la terraza de un garito que estaba en lo alto de una colina, con tu birrita en la mano. Recuerdo a Jefferson, el ninho Dios. Que nos honró una vez con su presencia, ya que fuimos sus elegidos, y compartió con nosotros su inmensa, pura e incomparable felicidad. Recuerdo también las risas que caían con los palabros en castellano y en argentino, porque hablamos igual pero siempre salen cositas. Aprendiendo todos tacos a marchas forzadas.

Además de las noticias llegadas de Espanha por las que Javi se había ido hace días, también me llegaron algunas otras tristes por parte de mis padres. Malas noticias en forma de enfermedades,  pérdidas de amigos... Una mierda, vamos. Y recuerdo, perfectamente, hablar con ellos por teléfono desde Morro, contándome todo eso, y diciéndome que aprovechase a tope el viaje, que había hecho muy bien por emprenderlo, y que intentase ser lo más feliz posible en cada momento, porque nunca se sabe qu'e te depara la vida. Aunque me dio pena lo que me contaron, también me alegré por otra parte. Mis padres ya me habían apoyado en su momento con lo del viaje, y aunque yo ya tenía claro que había hecho bien haciéndolo, me alegraron mucho sus palabras. Y es que, gente, lo del Carpe Diem no es hablar por hablar: lo es todo. De verdad lo pienso. En cualquier momento te puede pillar un puto cáncer de mierda, un maldito accidente, o un jodido tsunami. Es así. La vida es corta, demasiado corta para algunos, y puede sonar a una frase ya hecha, pero es que no nos damos cuenta realmente de lo efímera y breve que es. Hay que vivir la vida, exprimirla, sacarle todo el jugo, cada uno a su manera, haciendo lo que de verdad te guste, te motive y te haga feliz, y por eso cada día estoy más contento de haber emprendido la aventura de este largo (o corto?) viaje. Al final es otra vez lo mismo, es lo de siempre: el Tiempo. Todo gira en torno a ese segundo que pasa infinitas veces y que nunca se para ni nunca mira hacia atrás. Administrar, gestionar, aprovechar al máximo ese segundo que pasa, lo es Todo. Ni más ni menos.


miércoles, 25 de julio de 2012

Días 149-153: Salvador da Bahia

Abandonamos, por fin, Río. Y digo por fin porque ya es lunes, han pasado nueve intensísimos y locos días, y en la ciudad ya no hay ni rastro del carnaval. Y lo siento, pero yo no entiendo a Río sin el carnaval y al carnaval sin Río.

Aun así, no llegamos hasta nuestro destino hasta el miércoles casi de noche. Después de tener que pasar el lunes por la noche en la estación de buses porque no quedaban billetes (te sale gratis la noche pero yo dormí cerete), nos tocó pegarnos un viaje eterno, donde hubo como tres roturas de motor (ya son todo un clasicazo) con sus respectivos cambios de autocar. Y ahí ni te devuelven parte de la pasta que has puesto, ni te piden disculpas, y ni siquiera ves a la gente quejarse. Tienes que hacer de la paciencia tu bandera y la resignación como respuesta, no queda otra. Y menos mal que todavía no nos ha tocado un conductor de éstos que se quedan Soppinstant al volante, o un completo maníaco que se cree Carlitos Sainz cuando se va al Dakar, porque los hay.

Entonces, finalmente, eso es: después de un día y medio metidos en buses varios, llegamos a Salvador. Esta ciudad es completamente diferente a Sao Paulo o Río. Es bastante más pequenha y en 2-3 días puedes visitar todo lo interesante. Y eso es lo que hicimos. Queríamos conocer el noreste de Brasil porque habíamos leído y nos habían dicho que era otro rollo totalmente diferente a lo que habíamos visto, y la verdad es que así es. La música, la comida, la religión, las costumbres de la gente cambian por estos lares. Digamos que es un Brasil más auténtico, más negro, donde sus raíces laten más fuerte.

Dicho esto, no viviría jamás en Salvador. Unos pocos meses, como mucho. Tiene sus zonas para vivir muy agradables, pero son pocas, ya que es una de las ciudades con mayor porcentaje de favelas que hay. Es un lugar muy interesante y divertido para conocer y visitar unos días, pero imagino que es un conhazo pasarte allí más de un anho. Eso sí, el centro histórico de la ciudad es muy, muy interesante. Pequenhas y estrechas calles adoquinadas, llenas de artistas vendiendo sus cuadros, de artesanos armando a mano bongos y timbales, pequenhos museos, bares con encanto de todo tipo, y grupos de percusión y de capoeira ensayando en las plazas. Muuuuuy guapo. Ese barrio tiene un rollo especial, donde se respira arte y mucha música por cada vieja esquina.

Un día fuimos a visitar una iglesia que estaba en un barrio en la otra punta de la ciudad, pero mereció la pena. No soy muy fan de las visitas a las iglesias (creo que me he hinchado ya), pero ésta tenía algo diferente. Es una iglesia donde veneran a un cristo desde hace anhos, y que es famoso en todo Bahia y en medio Brasil, ya que, supuestamente, realiza milagros. Es el cristo del Bom Fim. Gente de todo el país (y de fuera) va hasta allí para dejar su petición al cristo, o para dar las gracias por la ayuda recibida. Es el santo y senha de la religión Candonblé, que se practica mucho por esta zona y es uno de los símbolos de esta sociedad. Esta religión es afro-brasilenha, con algún aspecto católico, y la trajeron aquí los esclavos africanos que llegaron a Bahia. Su nombre significa "baila en honor a los dioses", los Orishas, y el baile y la música son muy importantes en esta religión, y por lo tanto, en esta ciudad. También practican ceremonias afro-brasilenhas de vudú, pero a eso no llegamos... Aunque no hubiera estado nada mal presenciar una sesi'on.

El caso es que me intrigó la historia del cristo, y allí que fuimos. Es realmente impresionante llegar allí y ver toda la reja, de dos metros de alto, que rodea el recinto de la iglesia, completamente llena de cintas de colores que te venden allí mismo, y que van atando las miles de personas que acuden allí anho a anho. Esas cintas son el símbolo de la fé del ser humano, ni más ni menos. Aunque, lo que de verdad es sobrecogedor, es meterse dentro del edificio, y llegar hasta un pequenho cuarto que hay al final del edificio, en el ala derecha. Un cuarto de unos 16 metros cuadrados, lleno hasta arriba de fotos, cartas, dedicaciones, cuadros bordados... Todos ellos dando las gracias al cristo por los milagros recibidos. Y hablaban de enfermedades realmente chungas. Pero lo más brutal estaba en el techo: totalmente inundado de piernas y brazos ortopédicos, de personas que los hab'ian llevado all'i porque ya no los necesitaban gracias al senhor de Bom Fim. Tenía que ser un sitio que desbordase felicidad, y así lo era, pero a mi ese cuarto me daba un mal rollo que te cagas. Aunque no podía dejar de mirar y mirar sus paredes, de leer y leer las milagrosas historias. En fin, yo no creo en nada de todo esto, o me cuesta horrores llegar a creeerme algo. Pero allí sentí algo, no sé el qué. E hice como siempre que he pedido algo: cosas buenas para la gente buena.

Por el norte sí que le dimos fuerte a la comida típica de la zona. Seguíamos sin poder ir de restaurantes, pero practicamos mucho, Leo y yo, los puestos callejeros. Acarajé, acaí, tapiocas y varias movidas más muy ricas, baratas (para ser Brasil) y típicas de Bahia. Otro punto a favor de Salvador fue el hostal. Aunque estaba muy bien situado, justo delante de la playa, con un terrazote brutal para beber caipirinhas hasta el amanecer (que me pasaba siempre), lo de verdad bueno fue la gente que conocimos allí. En un par de noches hicimos colegas y ya formamos un pequenho grupo para irnos juntos a Morro. Porque allí, todo el mundo que estaba en Salvador, se pasaba siempre unos días por Morro. Morro de Sao Paulo es una islita de Bahia que estaba en nuestros planes y que a mí ya me habían recomendado. Así que después de tres noches y dos días en Salvador, pusimos rumbo de nuevo a otra isla brasileira. Y, amigos, casi no salimos de ella!!

miércoles, 18 de julio de 2012

D'ias: 139-148: R'io de Janeiro (Carnaval)

''No, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando...''.

Es una de mis canciones favoritas de siempre; lo extranho es que me di cuenta de ello durante este viaje. Y no lo hice en R'io, sino mucho antes: en ese pequenho para'iso en la Tierra que es Capurgan'a (Colombia). Pinha y yo todav'ia hablamos de esa playa, sentados en nuestro banco de madera frente al mar, y respaldados por nuestro amigo el 'arbol. Ah'i, al anochecer, de vez en cuando, sonaba esta peazo de canci'on, cantada por la grand'isima Celia Cruz. Desde esos d'ias (hace ya como medio anho) no puedo quitarme de la cabeza (y ahora Leo tampoco) ese ritmo, esa letra, con ese mensaje tan alegre, optimista y buenrollero.

Lo primero que haces nada m'as llegar a la ciudad es buscar el famoso Cristo. Y no tardar en verlo, aunque la primera impresi'on es que no es tan grande como te lo esperabas. Error: m'as tarde te dar'as cuenta de que es enorme pero que t'u ahora mismo te encuentras a tomar por culo de la conocida estatua.

Estamos en R'io, qu'e emoci'on; pero no tardas en bajar del cielo: el susto que te mete el primer taxi que pillas desde la estaci'on al piso en cuesti'on es de quitar el hipo. Senhoras y senhores, prep'arense, porque vienen curvas. Al final acabamos en esta ciudad y no en Salvador gracias a las gestiones de un amiago brasuco de Javi, que nos consigui'o a 'ultima hora un piso all'i. Si Brasil est'a carete (c'omo est'an los t'ios de a tope, eh? compr'andonos deuda como locos), imaginad c'omo puede ser la ciudad de R'io y en la semana de carnaval... Un cebatil. As'i que para combatir (y sobrevivir a) los abusivos precios, hay que mont'arselo como uno pueda, como nosotros, que dorm'iamos cinco personas en un piso de una cama. Al despertarnos cada d'ia eso parec'ia un campamento de refugiados. Estaba gracioso. Y sucio. Qui'en me iba a decir a m'i un anho antes que iba a pasar el siguiente carnaval en R'io de Janeiro , y viviendo en el mismo piso con dos franceses y dos ingleses (Justin y Sham, los que conocimos en Sao Paulo). Adem'as, los chicos de London, uno es negro de or'igenes caribenhos, y el otro es de raza india. Vamos, que cuando nos hac'iamos las fotos en el piso antes de salir de farra eso parec'ia una anuncio de United Colours of Benetton.

Junto con el hecho de sobar con el saco en el suelo e ir rot'andonos la 'unica cama, todos los d'ias deb'iamos de practicar el mismo ritual para no vaciar nuestros bolsillos en media hora. Consist'ia en hincharnos de comer algo muy, muy consistente, y en preparar ''los biberones'' mezcladitos de alcohol. Una vez bien comidos, duchaditos, y con provisiones para la larga jornada, ya pod'iamos abandonar el pequenho cuartel general para afrontar un nuevo d'ia en las calles de la ardiente R'io.

El carnaval de R'io es una locura, una gigantesca fiesta en las calles, plazas, parques y playas de esta ciudad. No he ido a otros carnavales, pero s'i he estado en muchas fiestas multitudinarias de pueblos o ciudades, o en muchos festivales de m'usica llenos de gente al aire libre; pero, seguramente, el carnaval de R'io es la fiesta en la que con m'as miles de personas me he juntado. R'ios, mares, oc'eanos de personas! Daba igual que fuesen las dos de la noche, las cuatro de la tarde o las nueve de la manhana: si hab'ia un bloco tocando, hab'ia gente, hab'ia carnaval. Los blocos son los grupos de m'usica, generalmente de percusi'on y algo de viento, que van tocando por partes de la ciudad a diferentes horas y d'ias. A ellos se les van uniendo miles de personas durante varias horas, sin parar. Los blocos son el carnaval y el carnaval son los blocos.

Vimos varios, claro, pero el mejor fue uno que lo pillamos desde el principio hasta el final. Eran las jodidas 14.00 horas, con un calorazo insoportable, un solaco que te dejaba KO, y todos, miles de personas, bailando como posesos en un parque, y mirando al cielo de vez en cuando, pidiendo por un poquito de lluvia para refrescar ese intenso (pero genial) infierno. No llovió, pero ahí estuvimos como cinco horas bailando con ese bloco, engullidos por la marea interminable de gente, sin ninguna gana de querernos salir de all'i, pero, sin ser conscientes de que aunque hubi'esemos querido irnos, quiz'as tampoco hubi'eramos podido. Locur'on m'aximo. Gente y m'as gente, disfraces, alcohol, sudor, colores, calor, marihuana, m'usica, risas, empujones, miradas, pisotones, vapores, serpentinas,  y besos, muchos besos...

Aayy... Y la m'usica, la M'USICA!!! C'omo tocaban esos pavos! Era el bloco m'as canalla de todos, el m'as punky, el m'as pirata; y tocaron aut'enticos temazos, rollo jazz, y temitas muy funky. Muy buenos! Me recordaron a otro m'itico carnaval al que tambi'en me encantar'ia conocer alg'un d'ia: el de New Orleans. Al que le guste la m'usica, y m'as en concreto las bandas de jazz, de R&B, de Funky... Por favor, que se baje la serie Trem'e, ambientada en un m'itico barrio de esa ciudad despu'es del Katrina; se lo gozar'a mucho.

Toda esa combinación de factores es el carnaval a pleno d'ia, a pleno rendimiento. Un no parar de energ'ia, de amor, de ritmo, de sexo, m'usica y alegr'ia. Y he dicho antes lo del tema de los besos, no? Debe de ser que se ha ido poniendo de moda lo de los besos en R'io por el carnaval, porque all'i todos los tipos van pidiendo besos o metiendo el morro directamente muy a saco. Esta todo el mundo s'uper c'erder esos d'ias en esa ciudad. Cachondismo a tutipl'en. No s'e c'omo ser'a el resto del anho por esos lares, pero puedo asegurar, porque estuve una semanita rondando por all'i, que todo quisqui, que hasta el m'as tontico que por all'i pasaba, pill'o (al menos) un beso, un piquito. S'i! Pilló beso todo el mundo! Menos yo! Qué canha me metía Anita! Jaja! Aqu'i anuncio, p'ublicamente, que, con casi toda seguridad, puedo afirmar que fui el 'unico trucho que no se bes'o durante esos d'ias en R'io.

 A pesar de esta falta superlativa de 'osculos hacia mi persona, tengo que decir que me lo pas'e como los indios. Cojonuten! Muy, muy divertido. Cómo lo pasamos. Hay cientos de fotos que dan fe de ello. Y no, no me llegué a enamorar de R'io, como le pas'o a Anita desde el principio (ella quiere vivir all'i en el futuro); ni Brasil me ha dejado tanta huella como pensaba que me iba a dejar; pero por supuesto que no puedo negar que es una bell'isima ciudad, y que cuando llega el carnaval, s'i que se lo saben montar y a lo grande. Y es que festejar en la calle, al aire libre, siempre es lo mejor. El ver miles de personas de todo el mundo, alegres, bailando, cantando, borrachos, disfrazados, eufóricos, crea un buen rollo enorme, y entonces toda esa energ'ia se concentra, se va transformando y se vuelve poderosa. Es una fuerza de energía difícil de controlar. No entiendo c'omo, en el anho 2012, todav'ia hay mucha gente que subestima el asombroso y tremendo poder que puede llegar a ejercer la M'usica en una masa de gente.

Entre bloco y bloco, paseo y paseo, bus y bus, y porque al final nos quedamos m'as d'ias all'i, pudimos ver y conocer pr'acticamente todo R'io. El barrio de Botafogo que es donde estaba nuestro primer piso, Copacabana, Ipanema, Leblon, Fluminense, Santa Teresa, Lapa... Realmente es una ciudad cinco estrellas. La playa que va de Copacabana hasta Leblon pasando por Ipanema es una aut'entica pasada; un lugar donde perderte cada d'ia de la semana al salir del curro, donde sentarte y sentir la arena en tus pies desnudos y contemplar ese bravo (y curiosamente siempre  fr'io) mar; o ver a ellos jugar al f'útbol, o a ellas, simplemente, caminar. Otro día, "había que hacerlo", llegamos a subir al Corcovado, al famoso Cristo. Y despu'es de subir en un tranv'ia muy mono, y de pagar el pastizal para entrar, llegas all'i arriba y... Y yo no sent'i nada. Nada especial. Quiz'as algo de v'ertigo cuando me asomaba hacia abajo, pero nada m'as. Hab'ia gente ah'i arriba que estaba como en 'extasis, a punto de estallar de placer. Pero no fue mi caso. Me fliparon las vistas, porque se ve todo R'io a la perfecci'on. Te haces una buena idea de cómo es realmente la ciudad. Y me gust'o mucho subir justo al atardecer, y sentir all'i arriba el cambio del d'ia a la noche. El cambio paulatino de colores, las luces... Pero nada m'as, podr'ia haber estado all'i cualquier estatua; me parece a m'i que los jesu'itas no llegaron a inculcarme muy a fondo todo lo que ellos hubieran querido.

Santa Teresa es otro barrio muy guapi de la ciudad. Est'a en plena colina y subirlo y bajarlo a pie con cuarenta grados a la espalda es bastante movidica. Pero es muy bonito. Tiene pequenhas tiendas de arte, garitos guapos, y muchos grandes casoplones antiguos que le dan mucha clase a sus calles. Casonas viejas, con jardín, bonitos patios, y verdes y vivas enredaderas recorriendo sus muros, como tatuajes en la piel. En lo alto de este barrio pasamos nuestras dos 'ultimas noches, en una posada que estaba en plena favela... Pero eso lo cuento luego, antes no puedo retrasar m'as el hablar de nuestro verdadero barrio, donde no dorm'iamos, pero en el cual acabamos todas y cada una de las 9 noches que pasamos en la ciudad. El aut'entico e inimitable barrio de Lapa. Lapa Rules! Qu'e tiene este barrio? Fiesta callejera, brasilenhos, el verdadero y real carnaval. Es un barrio obrero, humilde, con ra'ices. Es el barrio donde muchos guiris no quieren ir o al que algunos brasucos tampoco van y te dicen que no lo pises ni loco. Es un barrio un poco especial , s'i, pero tampoco es para tanto. Acabamos all'i la primera noche y ya no dejamos de ir nunca m'as. Aunque se acabase todo en la ciudad, aunque no hubiese ni un bloco m'as, sab'iamos que siempre habr'ia gente, siempre habr'ia algo en Lapa. La primera noche recuerdo un pequenho grupo de percusi'on que ya estaba acabando, en una estrecha calle del barrio, y hab'ia un t'io en el centro dirigi'endoles a todos, anim'andoles, manteni'endoles cachondos. Era brutal, porque fue el primer contacto de verdad con el carnaval. El t'io era un crack, como un jefe loco de una tribu africana. 'El era su cham'an, y ellos tocaban lo que los dioses a 'el le indicaban.

Siempre acabámos en Lapa, era como un imán. Allí conocimos al Caipirinha Master; ése era nuestro apodo para él, porque su nombre sigue desconocido y, adem'as,  no interesa. Qué tío! Preparaba las mejores caipirinhas de la ciudad, y las más baratas! En su puesto callejero las preparaba por doquier y nosotros fuimos sus clientes VIP por una semana. Lapa molaba. Tiene carácter. Mucha música. Y la gente iba fina, pero eso también pasaba en todos los barrios. Lo que en éste, sí recuerdo un olor muy fuerte, intenso, interminable, hechizante... Como si fuese el olor del jabalí que atrapaba siempre a Obelix. S'i, ese tipo de olor, como si fuera una espesa manta que te cubre. Nunca había olido a tanta marihuana en plena calle en toda mi vida. Ni Zaragoza, ni Medellín, ni Amsterdam ni leches. Esa calle del barrio de Lapa parecía una convención internacional por el progreso del cannabis.

Bufff... Hay miles pequenhas historias que contar, pero esto se hace mu largo. Vamos rápido: latas, latas, latas por todas partes! Dios mío, qué esta pasando, nos invaden las latas! Así te sentías por la calle. Había millones de latas (casi todas de birra) esparcidas por todo Río. Exagerado. Me encantaría poder darle a un botón y saber cuántas se recogieron sólo en esa semana y en esa ciudad. Estoy seguro de que ninguno os lo creeriais. Era el Imperio de la lata, y cientos, quizás miles de personas curraban recogiéndolas, para cambiarlas luego por cuatro centavos que les darán. Otro tema: los ninhos de la cancha de fútbol-sala que teníamos justo debajo del primer piso, en Botafogo. Uno jugones! Mucha clase, casi todos descalzos, jugando muy rápido, y mofándose y picándose los unos a los otros con regates imposibles. Luego les pierde la samba, pero cómo juegan estos brasucos.  Y como hablo de los ninhos, también hablo de las ninhas: me flipan los pelazos que llevan algunas por aquí! Esos pelos rizados, hacia arriba, rollo afro. Ummm... Molan mucho. En otro orden de cosas, tambi'en habría que comentar que la última noche me atracaron, en Lapa, pero que no me pasó nada. Esa noche, la última de fiesta, acabamos los tres separados, sin saber muy bien cómo. Y bueno, a mí me pasó lo que podía pasar perfectamente: un tío blanco, solo, borracho, de noche, en carnaval de Río, y en Lapa, es más que una probable presa para un atraco. Mucha gente ni lo sabe pero es que no fue nada grave: me tiraron al suelo por detrás, me fui a volver, me dieron una bofetada en la cara, me gritaron algo en brasuco, me quitaron el dinero de un bolsillo, y se piraron corriendo. Nada más. Reminder: no pasear solito por donde no debo. En fin, en este especie de cajón desastre de recuerdos del carnaval, me dejo para el final, nada más y nada menos,que mis preciosos pies. Cómo llevo los pies, senhores! Brasil, y el carnaval, es lo poco que les faltaba para estar más asilvestrados que nunca. Son mis nuevos pies, mucho mejores, tiene nosmbre, son los: Happy feet.

Decía antes (que me pierdo) que las dos últimas noches las pasamos en una favela, en Santa Teresa, arriba del todo de la colina. A ver, era una favela muy peque, y parece que tranquila, sin guerras de droga ni nada de eso. Por lo menos de momento. Todo el mundo sabía dónde estabas alojado y todos te saludaban y no hubo ni el más mínimo problema. Ni siquiera llegando solo y por la noche. Fue una gran elección: un sitio tan diferente, en aquel curioso lugar. Me encantó. Aunque seguía siendo caro, era barato para ser carnaval. Y tenía un terrazote que era muy crema. Lo mejor del sitio. Se veía medio Río. Teníamos debajo todo Santa Teresa, y al fondo, el Pan de Azúcar. Se estaba de lujo.

La última noche, ya sin farra, nos quedamos tirados en el suelo de la gran terraza. Descansando, con una temperatura muy agradable, mirando a las estrellas. Al final, de lo bien que se estaba (y de la tremenda reventada que llevábamos en el cuerpo), ni bajamos hasta la cama, nos quedamos sobados, tirados en el suelo de la terraza. Y yo me acuerdó que me dormí pensando en perros. En los perros de la favela, que estaban callados, y de repente, sin saber por qué, empezaron a aullar todos ellos. Las decenas de perros que había empezaron a ladrar, se estaban contando cosas, los unos a los otros, y yo me preguntaba el qué. Qué se contarán los perros? Se reirán a veces de nosotros? Tienen diferente acento según sean de una zona del planeta u otra? Cosicas... Y así me sobé, y así acabé mi primer e inolvidable carnaval de Río: pensando en perros con acento portugués.

martes, 10 de julio de 2012

Días 134-138: Ilha Grande

Dejamos todos Flor el mismo día, pero por separado: Anita y Javi salían algo antes hacia Sao Paulo para que Pinha pillase el vuelo a Espanha. Allí nos reuniríamos el resto con ella para ir todos juntos a Paraty. Ése creo que era el plan inicial, pero no salió así. Al final, por problemas de escasez de billetes de bus en Sao Paulo, los altos precios, y la deficiente comunicación vía Facebook con Anitosss, nosotros acabamos (las canadienses, Leo y yo) en otra isla, mientras que Anita pudo llegar a Paraty y prefirió quedarse allí unos días.

Nosotros, tras un bus eterno, tras hacer una escala de varias horas que aprovechamos para dar largos paseos por Sao Paulo, después de otro trayecto en bus, y un último viajecito tumbados en la parte de arriba de un lento barco, llegamos a nuestra siguiente parada, una nueva isla: Ilha Grande.

Ilha Grande es bastante más pequenha que la anterior Ilha Santa Catarina, y tampoco hay ningún puente enorme que la mantenga pegada al continente americano. Está situada bastante más al norte que Flor, muy cerquita de Río de Janeiro. Es una isla más bonita, con más encanto, menos explotada y, por lo tanto, con su parte más salvaje. Pasamos allí tres noches, puede que cuatro, y lo hicimos todas ellas en un camping, lo que nos vino de perlas pal bolsillo. Llevábamos con nosotros la tienda de campanha de Chile.

La isla, como todas las de Brasil, tenía su fiesta por la noches, pero como en Flor, aunque siempre dábamos una vueltica por la noche y palpábamos el ambiente (hombre, por favor), nos lo tomamos con bastante calma y no nos liamos mucho. El carnaval se acercaba peligrosamente (sólo quedaban 3-4 días!) y había que guardar fuerzas y pesetas. De este modo, al siguiente d'ia, nos despertábamos pronto y con ganas de patear, conocer y descubrir los secretos que escondía la isla. Y aprovechábamos a tope todas las horas diarias de Sol. Además, en Ilha Grande la recompensa era doble, ya que los paseos por ella eran de dejarte boquiabierto en seg'un qu'e tramos.

Un día fuimos a la famosa playa Lopes Mendes. Preciosa. Brutal. Después de meternos en la selva, pasar otras dos playitas por el camino y adentrarnos dos veces más en la jungla, y tras andar en total más de dos horas, llegabas, por fin, a la maravillosa Lopes Mendes. Una de las mejores de Brasil (dicen), y una de las mejores de este viaje y de toda mi vida. Una playa larga (de varios kilómetros), ancha (donde no hay problemas de espacio aun cuando sube la marea a tope), respaldada por la jungla detrás, con la arena m'as fina y más blanca que hubiera visto jamás, con un mar limpio y claro, de pequenhas y medianas olas perfectas para iniciarse en el surf. Y lo mejor de todo: permanecía vírgen. Sin edificios, hoteles, tiendas, bungalows, casetas o quioscos. Sólo la jungla, la arena, el mar y el cielo. Casi ná. Eso sí, había en toda la playa como cinco vendedores ambulantes. Unos tíos que vendían todos los mismos productos (bolsas de patatas fritas, latas y bocatas), al mismo precio (una jodida barbaridad), y que cuando atardecía (y después de vender casi todo), recogían sus carretillas, no dejaban ni un solo rastro de su presencia, y volvían al día siguiente para hacerse otro fajo de billetes. Eran ricos, de verdad; y una puta mafia. Que no se te ocurra ir a vender una sola piruleta a esa playa porque al segundo día no sales de la jungla. Vaya business tenían los colegas. Lo bueno es que la playa seguía intacta, sin edificación alguna, sin un solo papelito de basura, sin un solo rastro del hombre. Ahí la dejamos, casi al anochecer, sola, descansando. Cogiendo fuerzas para deslumbrar de nuevo al siguiente amanecer.

En la caminata por la jungla me di cuenta de dos cosas: una, es que Tamara es el ser humano más rápido que he visto moviéndose a través de la selva. Flipas con la ninha, iba volando bajo. Parecía Depredador (Predator?). Me daba miedo seguirla y empezar a encontrarme en lo alto de las palmeras a tíos desnudos, muertos y con la piel quitada, como en la peli. La segunda cosa es que no estoy teniendo suerte con los monetes, y me jode. Llavábamos casi cinco meses de viaje por Sudamérica, recorriendo varios tramos de jungla en diferentes países, donde supuestamente en todos hay monos salvajes; lugares donde la penha les ha oído, les ha visto, e incluso les ha sacado buena fotos... Allí, en esa isla, durante ese camino, también todo cristo pudo ver a los monos. Pero yo seguía sin ver un solo mico!! Sé que nos llevaríamos muy bien, no entiendo qué pasa. En fin, una jamadica. Al final voy a volver a Espanha y voy a contar que he dormido hasta con gorilas, para no quedar como un pringui.

Ese día en Lopes Mendes lo aprovechamos a saco, y apuramos tanto en la playa, tanto, que al final... Al final se nos fue de las manos, como siempre. Cuando nos dimos cuenta había que largarse pitando porque ya estaba anocheciendo y nos íbamos a quedar a mitad de camino, en la jungla, sin luz. Y así fue. Cómo no! Esta vez no nos perdimos en la jungla, como en otras ocasiones, ya que había una especie de caminillo bastante bien marcado debido al paso de turistas y nativos, pero sí que nos quedamos medio atrapados en ella por falta de luz. Sin poder ver, sin linternas (en el camping, guardadica en la mochila; muy bien, sí), sin nada de nada. Sólo la más oscura, negra y aterradora oscuridad de la noche en la espesa jungla nos envolvía. Un camino invisible bajo nuestros pies descalzos, lleno de rocas grandes, piedras pequenhas, ramas, raíces, agujeros y bichos. Y muchos, mogollón de ruidos y sonidos de desconocidos animales, cerca y a lo lejos, que se mezclaban con nuestros jadeos y nuestros juramentos cada vez que nuestros dedos de los pies chocaban con alguna puta roca.

Así estuvimos más de una hora, Leo y yo solos, hasta que pudimos atravesar la selva y llegar de nuevo a la civilización. Los bares y sus luces, qué alegría, Leoncio, estamos salvados. Las canadienses iban detrás de nosotros, pero iban todas juntas con una linterna (chicas listas). Jodo, pero Leo y yo pillamos que da gusto. El último rato lo hicimos con mi cámara de fotos. Poniendo una foto con mucha luz, servía como pequenha linterna y alumbraba mínimamente el camino para poder seguir avanzando. Despacico y con buena letra, que no era poco. Yo acabé con el dedo menhique izquierdo reventado (creía que estaba roto), y habiendo recitado varias veces la lista completa de improperios, insultos y juramentos que conozco (una gran lista, hay que decirlo). Creo que, Leo, en algún momento, temió por su vida. Y no por si un jaguar o una serpiente venenosa se la quitaba, sino por el maníaco espanhol que tenía al lado y no paraba de cagarse en todo lo presente.

Otro día hicimos un tour en barco por la isla, con más gente. Duraba todo el día y hacía varias paradas guapas: lagoa verde, lagoa azul... Estuvo de lujo. De esta manera podías hacerte a la idea de cómo era realmente la isla, y te llevaba a los mejores sitios donde tú solo no podías llegar. El color del mar era impresionante, cómo iba cambiando sus tonalidades: verde, turquesa, azul... Y siempre muy limpio. Y peces, muchos peces, en el mar, y también en el barco. Vaya fest'in! Nos daban de comer en la embarcación y nos pusimos finitos. "Sólo" había una parrilla y montones de peces recién pescados. Hasta el culo. Leo y yo no paramos de engullir pescaditos frescos recién salidos de la parrilla. Y sobraban, y más que caían. Qué fácil: un plato de papel, montones de peces y tus manos pa trabajar. Y ya vale. Más feliz que una perdiz.

El último día, jueves (algo), ya sin las chicas porque ellas se iban a primera hora a Río porque que tenían su hostel reservado para ese día, Leo y yo nos dimos más paseos por la isla, esta vez probando diferentes rutas. Y hay que volver a decir que esta isla tiene unos parajes, unas vistas, unos rincones muy, muy bonitos. Estuvimos en otra pequenha y preciosa playa, llena de grandes rocas planas donde te podías tumbar para secarte al Sol. Después, yendo hacia el interior, dimos a parar a un pequenho estanque, unos banhos naturales de agua dulce en mitad de la jungla, donde darse un chapuzón después del paseo y de la sal del mar, era una gozadica. En definitiva, esa isla es un lugar muy guapo, para recordar, con muchos rincones que te quitan el hipo. Un lugar donde te puedes perder en mitad de la jungla, en plena naturaleza, y que está a tan sólo hora y media de una de las grandes ciudades del pa'is, del continente, y, seguramente, de todo el mundo: Río de Janeiro.

Ése era nuestro siguiente destino: la llamativa, famosa y sensual Río. Y creo, me suena, que íbamos justo ese viernes porque algo pasaba... Sí, algo pasaba y algo pasó: COMIENZA EL CARNAVAL.

viernes, 29 de junio de 2012

D'ias 129-133: Ilha de Santa Catarina

No estaba en nuestros planes, pero como mucha gente nos hab'ia hablado muy bien de ella, y como nos sobraban d'ias antes del carnaval, nos juntamos con las canadienses y los siete pillamos un bus direcci'on sur, rumbo a la isla de Santa Catalina, a Florian'opolis (Flor para los amigos).

Despu'es de descartar un hostel donde ellas ten'ian hecha un reserva y d'andonos un buen garbeo por media isla buscando algo que nos encajase a todos para instalarnos, al final dimos con lo que quer'iamos: una casita s'olo para nosotros y a buen precio ya que esta vez 'eramos siete y no los cuatro de casi siempre. El sitio estaba genial y el hombre que nos lo alquil'o, un brasuco de all'i llamado Joao, era un tío muy risas.

Antes de seguir deber'ia presentar a nuestras tres nuevas amigas: las hermanas Mourin y Chantal Gougain, nacidas en Bolivia (o Chile?), y Tamara Starcevic, nacida en Serbia. Todas ellas residen en Vancouver desde muy peques, aunque creo que las tres hablan todav'ia en sus casas el idioma de sus respectivos pa'ises de nacimiento, es decir, castellano y serbio. Vamos, que ah'i estuvimos varios d'ias chapurreando de todo un poco y d'andole al spanglish que daba gusto. Ya est'a: presentaciones consumadas.

Flor me gust'o mucho. Quiz'a no tenga la belleza deslumbrante de otras islas de este interminable pa'is, pero sin duda alguna era un bello lugar, y pasamos all'i cinco d'ias muy tranquis y de relax. Es una isla bastante grande, para recorrerla entera necesitas coche o tienes que pillarte buses de varias horas de trayecto si quieres verlo todo y tienes que dormir en el mismo sitio. As'i que todo no lo vimos: es un conhazo estar pillando buses todos los d'ias en una isla cuando lo que quieres es arena, mar y selva.

Lo mejor de Flor, para m'i, adem'as de la nueva, divertida y bella companh'ia que tuvimos esos d'ias, era que pod'ias salir de casa s'olo con el banhata puesto y absolutamente nada m'as. Quiz'as un par de billetes en el bolsillo lateral. Y ni una bolsa, ni camiseta, ni chanclas, nada! Sensacional. La casa estaba justo delante de un canal que llegaba directo desde el mar, desde nuestra bonita y largu'isima playa. Sal'ias de casa, bajando por la escalera de madera, tocabas el césped de la orilla con tus pies por un segundo, y te tirabas al agua! Pod'ias ir nadando hasta la playa, hasta el pueblo o hasta donde tus piernas y brazos dieran de s'i. Qu'e sensaci'on m'as agradable de completa libertad.

Y 'esa es otra parte buena de las playas, de las islas: que puedes disfrutar todo el d'ia de ellas sin gastar ni un reai (real). Porque, amigo, Brasil no es caro, es car'isimo. Ya no es que est'e muy por encima de la media de los precios sudamericanos (aunque Buenos Aires tampoco est'a mal...), es que en muchos aspectos es m'as caro que Espanha, m'as caro que Madrid, concretando un poco m'as. S'i, hemos ido a las grandes ciudades; s'i, hemos ido a los lugares quiz'as m'as tur'isticos; no, no hemos ido a los pueblos del interior donde sabemos que los precios son m'as bajos; pero aun con todo ello, nos hemos quedado boquiabiertos con los alt'isimos precios de este p'ais. El transporte, la cama del hostal en dormitorio compartido sin nada de nada, la comida incluso del supermercado: todo ello, que son los gastos b'asicos y necesarios, est'a subid'isimo a la parra. Con sobar, comer y cenar, y pillar un par de billetes de metro o de bus, ya se te iba todo el presupuesto diario. Ni hablar ya de ir a comer a un restaurante, ir a una discoteca o realizar alguna actividad guapi de pago. Imposible. Y menos mal que hemos ido este anho, porque ahora que van a albergar el Mundial de f'utbol y las pr'oximas Olimpiadas, la inflaci'on va a ser acojonante, y para poder disfrutar de Brasil te vas a tener que dejar todas toditas como en Londres, Par'is o Mosc'u.

Brasil es un pa'is donde pr'acticamente no existe la clase media, donde como casi siempre, unos pocos sinverguenzas se llevan casi todo el pastel. Bueno, aqu'i no es un pastel, aqu'i es un pedazo de tarta de boda de diez pisos. Las diferencias son abismales. Miles de personas viven en las famosas favelas, y millones de ellas, no viven en ellas, pero se encuentran tambi'en en precaria situaci'on. Por otra parte, los cuatro ricos no es que tengan mucha pasta, es que son millonarios, con un nivel de gasto que r'iete t'u de la clase alta de algunos pa'ises europeos. Es un canteo el contemplar una supermegaurbanizaci'on de lujo del copet'in, y junto a ella, separado por una simple carretera, una m'isera favela, con todo lo que ya sabemos que puede conllevar. Brasil tiene tant'isimos recursos que podr'ian vivir perfectamente todos sus millones de habitantes, que son un huevo; pero bueno, qu'e chorradas digo, si es lo de siempre: la Tierra tambi'en tiene todav'ia suficientes recursos para todos los seres humanos y estamos como estamos. En general, casi todos somos unos mierdas.

Me he ido un poco del tema en cuesti'on. Retomo el relato y vuelvo a situarme en Flor, y en c'omo molaba nuestra casita justo al pie del canal. Ten'iamos un kayac en la orilla y el duenho de la casa nos lo dejaba utilizar. Un d'ia, nos fuimos los tres "machos" canal arriba, direcci'on contraria al mar, para ver ad'onde pod'iamos llegar. Llegar no llegamos muy lejos, lo que pasa es que casi no volvemos. Vaya cebatil! Qué matada. No s'e qu'e conho hicimos que no paraba de entrar agua en el kayac, y eso contracorriente no lo meneaba ni el equipo de remo de Oxford. Qu'e risas. Se nos descojon'o medio pueblo. Jajaj! El canal daba para mucho. Otro d'ia estaba yo solo, tumbado en la oriila, y un pato nadaba todo el rato delante de casa. Y cada dos por tes, se sumerg'ia en el agua, buceando durante varios minutos, vete t'u a saber buscando qu'e. Me fui corriendo a por la c'amara porque quer'ia bucear con 'el y sacarle una foto guapa debajo del agua. Bastante. Fue imposible: el jod'io nadaba r'apido como un tibur'on y se me escapaba todo el rato.

Por las noches, los visitantes eran otros. Volaban y volaban delante de nuestra terraza, planeando muy bajito, a ras del canal, con sus largas y anchas alas, majestuosos. Eran unos cacho murci'elagos que alucinas. Batman da menos miedo, te lo digo. Pero era su canal, nosotros sólo estábamos de alquiler. Tambi'en tuvimos la companh'ia de un buho (gran animal). Se pos'o una noche en nuestro tejado mientras est'abamos jugando a un juego que nos ensenhó Tamara. Estuvimos hablando con 'el, pregunt'andole si alguna vez en su vida hab'ia visto la luz del Sol, aunque s'olo fuese en un breve y bonito amanecer... Pero todo el mundo sabe que los buhos son parcos en palabras. Se march'o como hab'ia venido: silencioso como un ninja; sin que nos di'esemos cuenta.

Nuestro canal daba juego, pero la playa tambi'en. Banhos, interminables juegos con el bal'on, largos paseos, caipirinhas y caipiroskas, y tambi'en le dimos un poco al voley-playa con los brasucos locales. Un juego muy diver en el que lo que m'as me gusta es que te puedes tirar a la arena en plancha a lo loco y no te sueles hacer danho. En plan Casillas. Los brasucos nos met'ian pal pelo, claro, pero tambi'en sentimos que si lo practic'asemos durante un tiempo, le podr'iamos meter bien a ese deporte. En la playuqui tambi'en se pod'ia pescar, pues al caer la tarde, al atardecer, el final del canal, justo ya en la playa, se llenaba de gente que iba all'i con su canha, y seguramente la gran mayor'ia se volver'ia con un buen pescadito fresco para cocinar en la parrilla esa misma noche. Estuvimos también en otra playa que fuimos con las chicas, Leo y yo, como a una hora de paseo de nuestro pueblo. Ahí no hac'ia falta ni pescar. Dabas un paseo hasta el extremo izquierdo de la playa, donde hab'ia unas rocas enormes por las que pod'ias trepar, y que eran muy bonitas; sí, lo sé, he dicho que sólo eran unas rocas, pero es que quedaban genial allí, en la arena, y banhadas por la espuma del mar.  Ah'i mismo, entre las piedras gigantes, medio escondidos, hab'ia hombres cocinando en pequenhos cazos al fuego algunos de los cientos de mejillones que hab'ian pescado ese mismo d'ia. Unos mejillonacos muy senhoriales. Te los daban a probar sin pedirte nada a cambio (no s'e si es porque iba con las chicas o qu'e, pero muy guay). Estaban brutales. M'as fresco que eso imposible: s'olo te queda com'ertelos vivitos dentro del mar.

Lo pas'e muy bien esos cinco d'ias en Flor. Y las chicas eran encantadoras, y qu'e bien educadas (c'omo es Canad'a! jaja!). Tengo ganas de conocer Vancouver, todo el mundo habla maravillas de esa ciudad, y no son pocos los canadienses que hemos ido conociendo por el camino. Fueron grandes d'ias, una vez m'as, aunque acabaran con un triste final: Javi se piraba a Espanha para unas 3-4 semanas. Qué pena nos dio. Ahora ya es pasado y podemos sonre'ir al recordarlo, porque todo acab'o bien. Pero s'i, Javi se fue, y como siempre he pensado desde el principio de este viaje (y sigo pens'andolo), 'el es el pegamento de este grupo, de este equipo. Él es el SuperGlue que nos mantiene a todos unidos, por mucho que todos nos queramos. As'i que esas semanas en adelante, nos acordamos mucho de ese pequenho cabezudo, y lo echamos mucho de menos. Como tambi'en nos acordamos mucho de su padre. Alberto: te mandamos un abrazo muy fuerte, otro m'as, desde aqu'i, desde el sur de Camboya, desde Sihanoukville.

En cinco horas pillamos un bus de unas doce para llegar a Siem Reap, o lo que es lo mismo: la ciudad que está justo al lado de los templos de Angkor, el orgullo y símbolo del país, y un lugar que esperamos sea tan guapo como Bagan y sus templos, en Myanmar. Pero, me temo, que no va a ser para tanto. Y no lo digo por los templos, lo digo porque Myanmar en general (su gente), fue espectacular e irrepetible. De lo mejor del viaje. Algo diferente. Y sonrío.

Espanha en la final y jugando a medio gas. VAMOSSSSS!!!!