sábado, 24 de marzo de 2012

Días 75-77: El salar de Uyuni

 Aviso: la mayoria del texto que viene a continuacion esta escrito sin tildes, y es algo que me repatea, pero es lo que hay. Este teclado parece que no da para mas.


Simplemente, llegar hasta Uyuni en bus desde La Paz fue ya una historia épica, extrema, casi dramática... ¡Vaya viajecito, copón! No recuerdo cuantas horas duro el trayecto (que fueron bastantes porque pasamos la noche ahí metidos), pero que eso no es problema porque ya nos hemos chupado bien de horas en buses estos meses. El asunto, el problema, la movidaca padre, fue que las carreteras (¿¿¿carreteras???) hasta llegar allí tienen más piedras que el fondo del mar. Parecía una broma de mal gusto. Pero una broma muy mala, malísima, y que dura demasiado; una jodida eternidad. Y es que las últimas ocho o diez horas de viaje, se hacen por caminos de tierra y piedras; pero, o las piedras eran de gigantesco tamaño, o la suspensión del bus no la revisaban desde el primer día; o la Tierra se movía a nuestro paso como para querer volcarnos, porque semejantes meneos durante toda la maldita noche no eran medio normales. Recuerdo, nítidamente, que hubo un momento en el cual nos despertamos todos a la vez con una cara de pánico absoluta, y es porque estábamos volando, literalmente. El bote fue tan tremendo que del susto que se llevaron nuestros estómagos, nos despertaron cuando todavía nuestros culos no habían vuelto a tocar el destartalado asiento. Muuuuuy bruto. A partir de ese instante, no hubo dios que volviese a poder cerrar un ojo. Ni siquiera Piña, y eso, sabéis que son palabras mayores.

El caso es que llegamos, flipando mucho, pero llegamos. Nada mas aterrizar, te asedian los comerciales para que les contrates su tour por el salar. Practicamente todos te ofrecen lo mismo y por el mismo precio, asi que no pierdes mucho tiempo en elegir y emprender la marcha en el jeep hacia los lugares donde vas a pasar los tres proximos dias de tu existencia. De primeras ya hubo lio: no habia sitio para todos en el jeep porque querian meter mas gente de la que habian dicho. Un ingles les monta el pollo y al final no se sube con nosotros. En el jeep vamos el conductor (que a su vez hace de guia, supuestamente...): Jacinto, una pareja de mexicanos: Raquel y Armando, y el Equipo.

Los tres dias de tour estan programados al detalle, y con esto quiero decir que cada parada de cada dia tiene su tiempo exacto para bajarse y subirse del jeep, y, por lo visto, cada minuto es vital; si te retrasas unos segundos mas de lo acordado, algo catastrofico pudiera suceder, algo terrible ocurrira y el cielo se caera sobre nuestras cabezas, como temian los buenos de Asterix y Obelix. Suena exagerado, pero asi era. Si te dan 20 minutos para ver el salar, que no se te ocurra subir al coche entrado el minuto 21, porque la colera, la ira de Jacinto quebrara tu alma pecadora y te partira en dos.

Jacinto, tio Jacin al principio, el Viejo Loco despues, nos estreso desde el primer instante, agobiando, amenazando, cronometrando cada segundo de los tres dias que pasamos con el. El primer dia nos llevamos mas o menos bien, pero a partir del segundo fue una autentica guerra, y todo porque no estabamos preparados en el jeep a las 06.00, sino que llegamos a las 06.04. Como suena. Esos cuatro minutos tarde marcaron el inicio de una cruel y sanguinaria guerra civil en el pequeño ecosistema que fue ese jeep donde teniamos que convivir siete personas durante dos dias mas. Y es una verdadera pena, porque no disfrutas del paisaje como deberias, porque habia una tension en el coche en algunos momentos que era irrespirable, porque era un hombre mayor que querias respetar pero que con su actitud te daban ganas de gritarle, incluso abofetearle para que despertase de la pesadilla que el mismo se habia creado en su sexagenaria cabeza. Yo, de hecho, creo que fui de los que mas intento llevarse bien con el, simplemente porque era una persona mayor, pero tengo que reconocer que tambien fui uno de los que perdio mas los nervios en un momento dado, y me tuve que bajar del jeep cuando me di cuenta de que estaba discutiendo con el a grito pelado, como un loco. En mi vida habia gritado a una persona mayor como el, y me da verguenza pensarlo ahora, pero es que este hombre de verdad que tenia la mente envenenada por muchas cosas pasadas, y no atendia a razones.

El jeep se nos estropeo varias veces durante los tres dias, y nos dejo tirados en medio del desierto varias veces, sin poder hacer nada. Los buitres nos sobrevolaban a varios metros de altura, esperando tener suerte y poder darse una gran homenaje a nuestra costa. Obviamente no tuvieron esa potra y la cosa no fue a mayores, pero si que vivimos momentos de gran impotencia, sin saber que hacer, sin saber cuanto tiempo ibamos a estar parados esperando ayuda de algun otro jeep que pasase. Lo mejor del asunto, y ahi es cuando yo salte y perdi los nervios con Jacinto, es que las roturas varias del coche eran culpa nuestra por haber llegado tarde cuatro minutos. Eso nos decia el pobre hombre. Todos sus males eran culpa nuestra, y no habia mas que debatir. ¿¿Que cojones tiene que ver llegar tarde cuatro putos minutos con que el mierda jeep se parase cada dos por tres?? Segun el, los españoles, el "hombre blanco" diria yo, teniamos la culpa de todo. Y nos lo dijo asi a la cara, que no le gustabamos. Tambien rajo de los israelitas, vamos, que rajaba de todos los turistas que le daban trabajo para poder comer. Debia de ser muy duro para el ganarse la vida trabajando con gente a la que odia tanto... Y la verdad es que pensandolo ahora me da bastante pena. Es muy triste que un hombre de esa edad, trabajando con tanto extranjero, y viviendo en el bien entrado siglo XXI, siga tan anclado en el pasado. En un pasado de hace 500 años.

Todos sabemos las atrocidades que cometieron los españolitos en Sudamerica hace esa cantidad de años. Algo asqueroso, repugnante, desolador. Y no hay excusas que poner, solo pedir perdon por todo el dolor causado. Pero, desgraciadamente, asi ha sido casi siempre el ser humano. La ley del mas fuerte. El pueblo mas poderoso arrasa y absorbe al pueblo mas debil. Siempre ha sido asi, y en cierta manera, sigue siendo asi en la actualidad. Pero el problema ahora lo tiene Jacinto, y creo que es bastante extensible a gran parte de Bolivia; estan anclados en el pasado, estan muy cerrados en si mismos, y asi es dificil mejorar. Y es que, si solo miras hacia atras, es imposible avanzar hacia adelante.

A pesar de estas reflexiones, de los momentos de tension vividos, de las disputas y los gritos, del mal rollo que habia, a pesar de todo ello, tambien pasamos momentos cojonudos y vimos cosas que nunca antes habiamos visto ni sentido. Estuvimos en un cementerio de trenes, en los cuales te podias subir, bajar, saltar, y alli, en medio del desierto, te sentias como si estuvieses en el Lejano Oeste, esperando a que apareciesen los indios en sus caballos por el horizonte, o el bueno de Clint Eastwood haciendo uno de sus miticos papeles. Estuvimos en el salar, claro, haciendo bonitas fotos en esa interminable llanura de sal. Estuvimos en una pequeña "isla" en mitad de la nada, donde como por arte de magia estabas rodeados de cactus y mas cactus, y piedra enormes, donde una vez mas te sentias como un viejo cowboy. Vimos lagunas de colores sorprendentes: azules, verdes, negras, ¡rojas! En las cuales reposaban tranquilamente cientos y cientos de flamencos. Bichos raros estos flamencos, que no es que seas unas aves bonitas, pero que tienen algo, una cierta elegancia en sus movimientos, un saber estar. Otra mañana tambien estuvimos rodeados de geiseres (¡los jerseys que decia Anitosss! ¡Jajaj!), enormes geiseres de bastante fuerza y muchos metros de altura. Era como si unas grandes bestias, como si unos dragones durmiesen bajo la tierra y echasen humo por su caliente nariz al respirar. Tambien nos dimos un rico baño en unas pozas naturales: estaba guay porque era muy, muy temprano y la temperatura exterior era muy, muy fria; vamos, que hacia una rasca de pelotas. Y aunque fue una tortura salir del jeep solo con el bañador, luego el bañito de agua caliente que provenia de la madre Tierra fue una gozadica. Nos hubieramos quedado alli dentro el resto del dia, bebiendo birras tranquilamente, pero salimos escopeteados cuando el señor Jacinto nos reclamo, ¡porque el horno no estaba para bollos!

Hubo un par de paradas mas, pero ni las comento porque eran una parida y no merecian la pena. Simplemente eran para rellenar el tour de los tres dias. Tampoco quiero ahondar en el tema comida y en que el señor Jacinto nos castigaba sin postre y se lo quedaba en el jeep para llevarselo luego a su casa... En fin. Si quiero resaltar que hicimos muy buenas migas con Raquel y Armando, la pareja de mexicanos que estuvo con nosotros esos tres intensos y surrealistas dias, y que son muy simpaticos y muy, muy buena gente.

Al llegar el tercer dia por la tarde, el tour acabo, y esa misma noche nos volvimos a pillar el bus del infierno para regresar a La Paz y pasar alli nuestra segunda estancia. Queriamos ver algun sitio mas del pais, pero por motivos de tiempo y de palizas en autobus, decidimos volver a La Paz y conocerla un poco mas a fondo porque solo habiamos estado un par de dias. Al final, como ya sabeis, La Paz no nos enamoro, y haciendo un cambio de planes, decidimos adelantar nuestro viaje a Argentina, a Buenos Aires. Y fue otra pequeña locura.

Anulamos el vuelo que teniamos de La Paz a Buenos Aires y decidimos hacerlo en bus unos dias antes. Craso error, creo yo. Es el viaje mas largo en bus que nos hemos metido hasta ahora, y con hasta ahora me refiero a hoy, ahora mismo, en playa del Carmen, Mexico, donde escribo esto. Iban a ser unas 48 horas de viaje, que ya son un huevaco, y al final creo que fueron 57. ¡57 horas metidos en el mismo bus! Lo peor de todo era que el bus era una mierda, asi de claro. El primer aviso fue cuando te sientas en el asiento en el cual te vas a pasar dos dias de tu vida, y en frente, en la tela que cubre los reposacabezas, ves el logo de la empresa y su lema: "Rumbo a la Exelencia". ¡Exelencia! Sus muertos, deberiamos de habernos bajado en ese preciso instante. Pero no, no es verdad, no estoy siendo preciso. El primer momento en que de verdad te arrepientes de haberte subido a ese bus transcurre en los primeros diez segundos: subes la escalinata, y te diriges hacia tu asiento, que como casi siempre nos toca al final del autocar. Y en esos escasos segundos, en esos cortos metros, te das cuenta de que va a ser un viaje interminable, doloroso e inolvidable. Y eso se debe a que antes de que encendiese el motor el conductor, a gran parte de la gente que ocupaba los asientos le cantaba la aleta de mala manera. ¡Gocico puro! Imaginad la olisma sideral que habia en el bus transcurridos mas de dos dias despues, alli todos metidos, sin ducha de por medio y en pleno verano. Una pasada. Los vestuarios de un equipo de rugby despues de una gran final se quedan cortos si lo comparas con el olor a sudorina que reinaba en ese apestoso lugar.

Ahora me rio, nos reimos, pero fue muy durezas ese viaje, demasiado largo y demasiado oloroso, entre otras cosas. Ademas, nos moriamos de ganas de llegar a Buenos Aires, era ya casi una pequeña obsesion, la verdad. Asi que cuando llegamos a esa gran ciudad, tarde, de noche, cansados y malolientes, todas las horas de aburrimiento pasadas se olvidaron, y una sonrisa se puso en nuestras caras, porque, por fin, estabamos en "¡miiiiiiii Buenos Aires queriiiiiido!".

lunes, 19 de marzo de 2012

Días 69-74: La Paz

La Paz. Bonito nombre. Aunque a mí, personalmente, no me proporcionó exactamente eso, sino que me pareció una ciudad bastante caótica. Y el caos no es malo, dentro de un mínimo orden; pero, sinceramente, no fue un caos que nos enamorase. Otros adjetivos que me vienen a la mente son: gris y fría. Y es que en cuanto se va el Sol, ahí arriba hace una rasca importante, y da igual que sea verano o invierno, porque la altitud es nuevamente brutal, y se nota el frescor en cuanto se esconde Lorenzo. Y no sé si la palabra es sucia, porque suena muy mal, pero digamos que muchas de sus calles no te invitan a sentarte en el suelo y tomarte unas birras y unos bocatas con la muchachada.

Me doy cuenta de que estoy poniendo casi por los suelos a Bolivia, y no es mi objetivo mi mucho menos, pero las sensaciones que nos ha dejado al Equipo son como las intento contar. Es un país árido, que ha pasado por muchas dificultades durante su historia, y me temo que todo eso se refleja todavía en sus gentes. No saben tratar a los turistas, de hecho, parece que no les gustamos nada. Son inexpresivos, quizá algunos ni nos entiendan, aunque me temo que la cuestión es que no nos quieren entender. Y es una pena, principalmente por ellos, porque no te invitan a pasar más tiempo con su gente, a intentar conocerlos, y, por lo tanto, a gastar más dinero en sus comercios y servicios.

Lo que más nos gustó de la ciudad fue el llamado Mercado de las Brujas. Son tres o cuatro calles estrechas, por el centro de la ciudad, en las cuales puedes encontrar cualquier tipo de cosa extraña, baratija, amuleto, medicina natural, droga o personaje singular con locas historias sobre la ayaguasca y sus viajes por el tiempo para encontrarse con Dios. Es un lugar muy curioso, y la verdad es que es diver. Cien por cien seguro de que si vas allí, vueles con algo en las manos. Chaquetas de lana típicas del país, colgantes, pulseras, pellote, hierbas para curar el mal de ojo, o diminutos fetos de llama flotando en botellas de cristal... Sí, amigos, como suena, aquí hay pa todos. Así que el que se pase por La Paz, que no deje de ir a este pintoresco mercado, porque no creo que haya nada más auténtico que eso en toda la ciudad.

Dejando a un lado los cuentos de brujas y los ciegos que se pillan los hippies y artesanos por esos lares, pasamos muchas horas de nuestro tiempo metidos en el hostel, y es que el hostal sí que estaba de puta madre. Tenía un bar enorme que estaba siempre lleno de peña y en el que todas las noches había una fiestaca de rigor. Era barato el beber allí, incluso el comer salía muy bien. Además, tenían un cocinero bastante jefe que preparaba unos platos de pasta dignos de la mismísima Roma. Sí, ahí lo pasamos muy bien varias noches, y luego, todos los del hostel nos íbamos juntos a seguir la fiesta al garito que tocase ese día en cuestión. Mucho australiano loco, que les gusta más la fiesta que hacer surf. ¡Qué tíos los aussies! Tienen más peligro que el grandísimo Ronaldo el día de su cumpleaños.

Creo, y digo creo, porque no tengo muchas notas en mi diario sobre Bolivia, que pasamos unos 6 días en total en La Paz, y lo hicimos en dos etapas, aunque aquí lo ponga todo junto; porque entre medio de las dos estancias, nos fuimos 3 días al salar de Uyuni. Donde, por cierto, tuvimos ciertos roces con la gente del lugar... Sí, parece que en Bolivia no nos ha salido todo tan rodado como en los anteriores países... Pero oye, son experiencias inolvidables igualmente. Y de todo se aprende. De lo bueno, de lo malo, y de lo regulero. Pero ésa, la del salar de Uyuni, es otra historia...

viernes, 2 de marzo de 2012

Días 66-68: Copacabana

Qué difícil es hablar ahora de Bolivia. Parece un universo extranho y lejano en estos momentos. Leo mis notas y empiezo a recordar, y me doy cuenta de que sólo han pasado unas semanas desde entonces, aunque ahora mismo me parezcan meses.

Dejamos Cuzco, y tras no sé cuántas horas de autobús, y X horas de furgoneta, llegamos a la frontera con Bolivia. La primera impresión es fuerte: la oficina que se ocupa del dichoso papeleo de siempre, es un garito que parece una penha de pueblo de unos adolescentes en plenas fiestas de su patrón. Finalmente, después de otro pequenho trayecto en van, por fin llegamos a nuestro destino: Copacabana. Que suena a Brasil pero que se parece un fajo.  No, Brasil no es.

Copacabana es una pequenha localidad (ciudad) a orillas del inmenso lago Titicaca. Nos esperábamos un lugar alegre, marchoso, vital, y no es exáctamente lo que nos hemos encontrado. El sitio no es un funeral, pero tampoco es Pamplona en San Fermín. Puede que el problema es que, al principio, al compararlo todo con el Machu Picchu, y con el trato que nos dieron en el Inka Trail, cualquier cosa sepa a poco, y es bastante complicado no desilusionarse. Y es que, Bolivia es el país más pobre de Sudamérica, y se nota desde el principio, desde la mismísima frontera. Ser pobre, o tener menos dinero, mejor dicho, no quiere decir ser peor, para nada; pero hay que estar un poco preparado para el drástico cambio que van a recibir todos tus sentidos.

Lo mejor de Copacabana, y casi lo único, creo yo, es que está banhado por el grandioso lago Titicaca. Lo de este lago es una locura. Datos: es considerado el lago a gran altura más grande del mundo, con una superficie de 8.400 km², y a una altura de 3.800 metros. Tres mil ochocientos metros!!! Cuando te adentras en él, te da la sensación de estar en el mar; con sus olas, las múltiples embarcaciones navegando por el mismo, y el horizonte al fondo, sin poder divisar el final. Es muy bestia.

Nos metimos en el lago (en barco, y en una excursión contratada, quiero decir) para poder llegar hasta la Isla del Sol, un mítico lugar para los inkas, ya que para ellos y según su mitología, allí nació el Sol. Y como creo que ya os comenté, estas movidas mitológicas nos encantan al Equipo entero. A mí me flipan. Y cuentan que aquí es donde el dios Viracocha y los primeros inkas hicieron su mística aparición.

En la Isla del Sol nos marcamos un trecking que te cagas. Sí, que después de Perú vamos de expertos y ya usamos el argot de montanhero, sabes??? Pero, para variar, seguimos teniendo menos orientación que un perro sin su olfato, o que un esquimal en el jodido Corte Inglés. Oh yes, nos perdimos again. Vaya pateada del horror. Además de que pegaba un solaco du inferno, además de que no teníamos ni agua (porque en teoría, y en realidad, era un suave paseo de dos horas), además de todo ello, la maldita altitud boliviana nos pegó con todo lo gordo, y, sinceramente, hubo momentos muy duros. De hecho, al final tuvimos que contratar a un abuelo para que nos llevase en su bote y llegar a tiempo para poder pillar el barco de regreso a Copacabana. Llegamos cinco minutos tarde y menos mal que nos esperaron, porque nos hubiera tocado hacer noche en la isla y no estaba planeado.

Capítulo aparte para el tema de la altitud de Bolivia: es una auténtica pasada. Cuesta moverse, simplemente pasear un rato ya es muy costoso. La falta de aire es exagerada. Subes una pequenha rampa, una mínima colina, y tu corazón se pone a mil, y tus pulmones se sienten totalmente desbordados. Fatal. Hay momentos, muchos, en los que tienes que parar a respirar, porque te sientes como si te ensenhasen "el fondo del mar". Sí, esa técnica que utilizan, entre otros, los Yakuza; y consiste, simplemente, en tapar la cabeza del pringao de turno con una bolsa de plástico, y atársela al cuello, hasta que el pobre hombre esté casi asfixiado y siente que su cabeza va a explotar, y sus ojos van a salirse de sus órbitas. Mu rico. En serio, de verdad que se nota, se nota y mucho. Son 3.800 metros de altitud! Por ello mismo, cuando juegan al futból en La Paz, ahí no les gana ni el mítico Brasil de Pelé.

Bolivia... Qué diferentes somos, sin duda alguna, pero también qué difícil lo ponen ellos!! En breves, seguimos con ello. Nos queda La Paz, y el salar de Uyuni.

Me voy a mimir, que falta me hace.